Veremos qué sucede finalmente con los seis debates propuestos por Pedro Sánchez con Alberto Núñez Feijóo. En cualquier caso, es previsible que el Presidente del Gobierno saque algún conejo más de la chistera, después de tantas maravillas como anunció a lo largo de sus mítines en las recientes elecciones municipales y regionales.

Pero su herencia legislativa, que en buena parte aspira a derogar Fejóo si gana la cita del 23 de julio, ya no la puede modificar. Ahí están sus leyes, su alianza "Frankenstein", su ruptura del consenso constitucional, su derogación del delito de sedición y un largo etcétera, que son un lastre para su presentación electoral.

Por el momento, Sánchez trata de transformar ese lastre en un monumento al progresismo y al feminismo radical, mostrando una artificial indignación ante los anuncios de Feijóo de que derogará leyes tan sectarias como la de Memoria Democrática o el disparate de la Ley Trans. Sánchez trata a la desesperada de suscitar el miedo a la llegada del PP, con el posible apoyo de VOX, y los presuntos recortes de derechos que eso supondría.

Es un mensaje demasiado pueril, que busca quizás movilizar el voto en los territorios más extremos de la izquierda, a costa de Podemos.

Más allá de las caricaturas típicas de las campañas, es deseable que se perfile el contenido de las alternativas en juego. Feijóo ha comenzado a hacerlo comprometiéndose a retirar lo pero de la legislación sanchista, a potenciar la independencia del Poder Judicial y a reducir y controlar la burocracia elefantiásica actualmente al servicio de la ideología.