El Secretario de la Conferencia Episcopal, Monseñor Luis Argüello, ha publicado un artículo en la revista ECCLESIA en el que repasa algunas lecciones de vida que nos está dejando la pandemia. La escuela de la fragilidad nos ofrece el redescubrimiento de lo esencial, y en esa mirada a lo esencial aparece el don de la vida. En este tiempo ha crecido el deseo de la Eucaristía, pero también los riesgos de un acercamiento devocional y desencarnado. Hemos experimentado hasta qué punto no podemos vivir sin el Domingo, y desde la fraternidad que nace del misterio eucarístico hemos experimentado que la familia es insustituible en su aporte decisivo a la sociedad.

Todos nos hemos sentido vulnerables, pero han sido los niños y los mayores los protagonistas indeseados de esa condición débil. Ha emergido con fuerza la importancia de los “cuidados” como nueva expresión del bienestar. Por otra parte, el coronavirus no conoce fronteras y ha provocado una pandemia global. La búsqueda de soluciones sanitarias es también global. En la escuela de fragilidad, iluminada por el Misterio Pascual, entramos en diálogo con nuestros contemporáneos para ofrecerles nuestra fe, que es fundamento de la fraternidad. Hemos visto en este tiempo que la ciencia también es frágil y la naturaleza ambivalente. Nos ha servido para experimentar la llamada al cuidado de la creación sin idolatrar la naturaleza.

Son todas ellas enseñanzas que la pandemia nos deja desde la sabiduría cristiana de la cruz y que pueden ayudarnos a vivir mejor y a construir una convivencia más auténticamente humana.