Mucho se ha escrito a propósito del cambio climático que estos días acapara la información mundial con ocasión de la “cumbre” que ayer se abrió en Madrid. Lo cierto es que nos encontramos ante un reto complejo porque se debe conjugar el desarrollo con el cuidado de la casa común. Pero según indican los científicos, el tiempo apremia. También la Iglesia, a través de los Papas, ha elevado su voz de alarma frente al uso irresponsable de los bienes de la Creación, tan bellamente alabados por San Francisco de Asís en su Cántico a las Criaturas, hace más de ocho siglos.

En su encíclica “Laudato si”, el Papa Francisco pasa revista a los esfuerzos de sus predecesores para llevar a la conciencia del mundo los peligros que se ciernen sobre nuestro mundo. San Pablo VI se refirió en 1971 a la dramática crisis ecológica provocada por la actividad descontrolada el ser humano y pedía un cambio radical del comportamiento de la humanidad. Después fue San Juan Pablo II quien se ocupó de este tema con un interés cada vez mayor al llamar reiteradamente a una “conversión ecológica global”. Igualmente Benedicto XVI renovó la invitación a corregir los modelos de crecimiento que son incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente. Por último ha sido Francisco quien hacía historia con la primera encíclica dedicada al cuidado de la casa común e invitaba a una “ecología integral” para afrontar el dramático desafío que vivimos. La gran pregunta es si gobernantes y actores económicos sabrán definir un nuevo modelo que rompa el ciclo del consumismo y de la explotación sin medida que nos lleva al suicidio colectivo.