Portugal ha renovado su confianza en Marcelo Rebelo de Sousa, un atípico político capaz de aglutinar voluntades y votos en un amplio espectro del electorado, desde el centro-izquierda al centro-derecha para un segundo mandato al frente de la Presidencia de la República. No ha hecho falta una segunda vuelta, dada la holgura con la que ha ganado en la primera. Procedente del PSD, el partido de centro-derecha portugués, Rebelo de Sousa ha devuelto a la Presidencia unos notables índices de credibilidad y confianza por parte de la ciudadanía. Hombre práctico y austero, de sólidas convicciones católicas, ha sido profesor, alcalde, tertuliano y ministro antes de ser presidente.

Con un carisma enorme para la política y capaz de ser protagonista por atender con naturalidad y sin impostura obras de carácter benéfico y social, o por lanzarse al mar a salvar a dos personas en apuros, Rebelo de Sousa ha impuesto una moderación en el gasto y ha hecho de la política de Estado una prioridad, con una callada labor de reconciliación. Los portugueses han vuelto a reconocer en él a un hombre sin distancia entre los dichos y los hechos, con una política orientada al bien común, en la que trata siempre de sumar, lejos de la apuesta por el conflicto, la división y la propaganda a la que otros nos tienen acostumbrados.