Este fin de semana, en Valencia, Compromís ha organizado una fiesta de apoyo a Mónica Oltra en la que pudo verse a los dirigentes de la formación bailando sobre un escenario. La vicepresidenta de la Generalitat valenciana culminaba así una semana en la que se conoció su imputación por la gestión de los abusos sexuales del que entonces era su marido a una menor tutelada, y en la que supimos también que las recetas de ejemplaridad, que predicaba para otros, no piensa aplicárselas a sí misma. Oltra arremetió contra lo que a su juicio son fuerzas judiciales fascistas, que estarían detrás de su imputación.

A eso se suma el bochornoso apoyo de su partido, con Joan Baldoví a la cabeza. A quienes se les ha llenado la boca de feminismo y han abanderado esa causa para sacar todo el rendimiento electoral posible, ahora se les ocurre organizar este aquelarre y decir, de forma amenazante, que si tocan a una de las suyas, es como si les tocaran a todos.

Mientras, Moncloa calla, en especial la Ministra de Igualdad, tan proactiva en casos cuando menos similares. El presidente Ximo Puig ha intentado apagar el incendio, afeando la conducta a sus socios con un elocuente “no estoy para fiestas”. Ya que son incapaces de afrontar la situación con gallardía y un mínimo de coherencia, se puede esperar que dejen de humillar a la víctima con festejos que son una vergüenza impropia de quienes son servidores públicos.