En un momento en el que la sociedad española es mejor que su política, la palabra del histórico dirigente socialista y expresidente del Gobierno, Felipe González, no debe caer en saco roto. No es una casualidad que su presencia anoche en el programa “El Hormiguero”, de Pablo Motos, comenzara enseñando a las cámaras un ejemplar de la Constitución Española, un gesto que era algo más que una forma de llamar la atención del espectador.

Fue una constatación de que la política española debe volver a lo que hizo posible la Constitución: los pactos, la reconciliación entre los españoles, el gobierno para todos y no sólo para los que han votado a un partido, el diálogo y el encuentro en vez de los muros que separan. El mensaje que González dejó claro en su noche televisiva fue que “romper la igualdad de derechos y obligaciones de los españoles es aplicar un principio que está prohibido en la Constitución y que la garantía de vivir en libertad es que la ley sea igual para todos”, refiriéndose a las consecuencias de los pactos con Puigdemont y de la Ley de Amnistía.

Su discurso, como el del histórico vicepresidente Alfonso Guerra o personalidades acreditadas por su coherencia como Javier Lambán, debiera interpelar a un socialismo que parece olvidar que ha sido un pilar en nuestra historia cuando ha tenido un proyecto nacional. Señalar la falta de liderazgo de Pedro Sánchez, o denunciar sus estratagemas, como su reciente carta a la ciudadanía, no es deslealtad sino un ejercicio de sabiduría política por parte de quien ya no tiene nada que perder.