Este martes se celebran elecciones en Israel con unas encuestas favorables al partido derechista Likud del actual primer ministro Benjamín Netanyahu. Para asegurar su presumible victoria, Netanyahu hizo este fin de semana una promesa electoral explosiva: la anexión de los numerosos asentamientos israelíes diseminados en Cisjordania, territorio del hipotético Estado Palestino. Previamente, Netanyahu ya había declarado la soberanía israelí sobre los Altos del Golán, un estratégico pedazo de territorio sirio ocupado durante la ya lejana “Guerra de los Seis Días” en junio de 1967, junto a Cisjordania y la parte árabe de Jerusalén. Israel no habría podido dar todos estos pasos sin el apoyo tácito de Estados Unidos, mucho más explícito desde la elección de Donald Trump, que ha trasladado la embajada de su país a Jerusalén contra la opinión de la comunidad internacional.

Habrá que ver qué apoyos recibe el partido centrista recién creado “Azul y Blanco”, que ha prometido la convocatoria de una conferencia con los Estados árabes para impulsar las negociaciones de paz con los palestinos. Este partido cuenta con el apoyo de una parte de los árabes de nacionalidad israelí que representan el 17 por ciento de la población y que acudirán a votar con tal de que no vuelva a gobernar Netanyahu. Lo que está en juego es el enfoque que dará el futuro gobierno a la paz en Oriente Medio, que sigue pendiente de que se cumplan las resoluciones de la ONU sobre los dos Estados y el estatus de Jerusalén como ciudad interreligiosa, tal como han reconocido días pasados el Papa y el rey de Marruecos.