El ejército y la lucha contra el narco
Ya puedes escuchar y leer la línea editorial de este miércoles 3 de septiembre de 2025

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Madrid - Publicado el
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El presidente de los Estados Unidos confirmó ayer el ataque letal contra una lancha tripulada por narcoterroristas pertenecientes a la organización “Tren de Aragua”.
La embarcación, que según anunció el presidente Trump se encontraba en aguas internacionales, había salido de Venezuela con un cargamento de drogas con destino a Estados Unidos.
Si las informaciones que se han ido publicando desde primeros de agosto en la prensa estadounidense son ciertas, este ataque es uno de los muchos que van a producirse a partir de ahora.
El despliegue de fuerzas navales frente a las costas de Venezuela no era solo un presagio, sino un indicador. La Administración Trump ha decidido emplear al ejército en la lucha contra el narcotráfico.
Maduro, al que Trump califica de “piloto” del Tren de Aragua, está en el punto de mira. En la lógica de la Administración Trump el tiempo de la lucha policial contra el narco se ha agotado. Otros mandatarios, especialmente en países de América Latina, han optado en otros momentos por esta estrategia cuando las fuerzas policiales se ven sobrepasadas o, simplemente, por duro que sea reconocerlo, cuando la fuerza real del narco supera con creces la de las fuerzas de seguridad.
El peligro de los narcoestados no es una quimera. La intervención militar no debe ser rechazada a priori, pero exige controles democráticos, equilibrio entre derechos y seguridad, cooperación internacional y, por encima de todo, soluciones políticas que piensen en el medio y largo plazo.
Las intervenciones militares pueden tener su efectividad, pero su recorrido es limitado y no llega al origen del problema.