Hace unos días, casi al mismo tiempo que se abría juicio oral contra Pujol y sus siete hijos, se publicaba el cuarto volumen de las memorias del que fuera muchos años presidente de la Generalitat. Pujol ha sido presentado por el nacionalismo como una víctima. El nacionalismo y el independentismo siempre presentan a sus padres fundadores y a sus líderes como las víctimas de una historia cruel que les obliga a tomar las decisiones que toman. Pujol, para el relato nacionalista, es el hombre dispuesto a estirar la interpretación de la Constitución para convertir a España en un Estado federal asimétrico o un estado confederal. Una disposición que habría sido rechazada por la cortedad de miras del constitucionalismo.

Ese constitucionalismo, en su lucha contra ETA y el independentismo vasco, habría rechazo la fórmula Pujol, y el ex president se habría visto obligado a echarse al monte. Del mismo modo, habría sido el PP, con su recurso al Tribunal Constitucional contra el Estatuto de 2006, el culpable de que el nacionalismo hubiera mutado en independentismo. La culpa siempre es de los otros. El Gobierno aprueba ahora los indultos para, supuestamente, desinflamar, pero nunca será suficiente. Para los nacionalistas, la España constitucional siempre tendrá algún pecado que expiar.