La decisión del gobierno colombiano de Iván Duque, de retirar las estatuas de la Reina Isabel la Católica y de Cristóbal Colón del aeropuerto internacional de Bogotá, supone un acto de sometimiento sin sentido a la ideología indigenista y al populismo bolivariano que pretende reescribir la historia. Aunque el Gobierno de centro derecha pretenda con esto contentar a quienes desde hace cinco semanas han tomado la calle a través de una movilización sin precedentes no lo va a conseguir. Los protagonistas de la alteración del orden público, la paz y la seguridad ciudadana, pretenden en último término desestabilizar la democracia colombiana y preparar las bases para asentar un régimen populista.

El propio nombre de Colombia deriva de Cristóbal Colón, descubridor de América, y su presente no se entendería sin un pasado que la vincula a la comunidad de los pueblos hispanos. En ese pasado priman las luces sobre las sombras, que ciertamente existen, y que algunos aprovechan para montar la leyenda negra sobre la presencia hispana en América. Esa leyenda negra es una de las grandes mentiras que se están utilizando como herramienta ideológica dentro de un proceso revolucionario.

La amenaza del populismo en América debería encontrar la respuesta de las instituciones democráticas, y también de una conciencia histórica que no ceda a tropelías anacrónicas que representan un insulto a la inteligencia de las personas y a la memoria de los pueblos.