El Parlamento de Cataluña se ha convertido en la evidencia más palpable de una permanente crisis política alentada por unos líderes rehenes de sus obsesiones. El pleno del Parlamento de Cataluña aprobó la pasada semana una resolución en la que se mezclaba la ratificación del referéndum ilegal del primero de octubre, la Declaración unilateral de Independencia y la proclamación de la República catalana. Un cóctel de oportunismo que es una muestra más del empeño de los políticos secesionistas catalanes, con Quim Torra a la cabeza, de seguir adelante con sus fantasías.

Ni la advertencia de los letrados del parlamento sobre las consecuencias de publicar esta resolución en el Boletín Oficial ha frenado a unos políticos empeñados en llevar a Cataluña al precipicio. Además, se da la paradoja de que esta propuesta ha agudizado la división interna en el ya de por sí roto separatismo. Un frente político que se prepara para unas elecciones y que necesita de estos movimientos más propagandísticos que eficaces para reafirmar su identidad.

Mientras el virus se expande de forma agudizada en Cataluña, el sector turístico se hunde y las consecuencias económicas, paro incluido, atenazan el futuro de la economía, la clase política catalana está empeñada en aprovechar cualquier oportunidad para repetir un argumentario que cada vez más les aleja de la sociedad. Propuestas sin recorrido que convierten al Parlamento de Cataluña en un instrumento contra la Constitución y contra los derechos fundamentales de todos los ciudadanos.