El pasado mes de octubre dos millones y medio de vacunas contra el covid salieron desde Francia en dirección a Nigeria. Solo un millón pudieron ser utilizadas, porque no había tiempo suficiente para aprovecharlas todas. Es un fenómeno que se repite a menudo. Las vacunas donadas por los países ricos no llegan bien a sus destinatarios. A los problemas de transporte se unen las trabas burocráticas de los países de destino, y el hecho de que muchas de ellas están muy cerca de su fecha de caducidad. La vida de las vacunas contra el Covid es muy corta, entre seis y 24 meses, y suele suceder que son donadas con poco margen para utilizarse en zonas del mundo donde haría falta más tiempo. Desde el comienzo de la campaña de vacunación, más de 240 millones de vacunas han caducado antes de poder ser utilizadas.

El objetivo establecido por la OMS era llegar a tener vacunada al 70 por ciento de la población mundial el próximo mes de junio, dentro de una semana. No se va a alcanzar el objetivo en el plazo previsto, y es posible que no se alcance nunca. Muy pocos de los 82 países más pobres del mundo están cerca de ese 70 por ciento. Por ejemplo, solo dos de cada diez africanos están vacunados. La percepción de riesgo ha disminuido y los recursos se dedican a la lucha contra otras enfermedades como el sarampión o el VIH. Y, como sabemos, eso supone un alto riesgo de que aparezcan nuevas variantes