Se cumplen hoy seis años de la elección de Jorge Bergoglio como sucesor de San Pedro, obispo de Roma y quien preside a la Iglesia en la caridad. Seis años en los que el Papa Francisco ha vivido grandes desafíos externos e internos. 

Ha tenido que afrontar el reto del profundo cambio que está experimentando la humanidad en este momento de la historia, y también el drama de la incoherencia y el mal de algunos miembros de la Iglesia, con los escándalos de abusos sexuales, de poder y de conciencia. Frente a esto ha propuesto un profundo cambio de mentalidad: transparencia, rigor, humildad y penitencia.

Francisco ha traído a la Iglesia una nueva mirada desde las periferias, expresada, por ejemplo, en los incansables viajes a los lugares más recónditos del planeta. Hay que destacar el reciente viaje a los Emiratos Árabes Unidos, que traerá importantes consecuencias para la libertad religiosa en el mundo, o el próximo a Japón, clave para el encuentro entre religiones y culturas. O la apuesta por unas nuevas relaciones con China.

Es un Papa que se define a sí mismo como un “pecador perdonado”, y quiere introducir a la Iglesia en un camino de renovación desde su raíz más profunda: una Iglesia que sea constructora de puentes y hospital para curar tantas heridas del hombre contemporáneo. 

Él sabe cuántos desvelos y energías ha consumido para guiar barca de la Iglesia, pero sabe también que, a fin de cuentas, es el Señor quien la lleva. Por eso nos invita continuamente a vivir la alegría que nace de seguir a Jesús y de anunciarlo a los cuatro vientos con nuestras obras y palabras.