Anoche, el hospital Alder Hey de Liverpool suspendió el soporte vital de Alfie Evans, el niño de apenas dos años de edad que padece una grave enfermedad neurológica y cuyos padres hemos conocido en las últimas semanas porque llevan meses luchando en los tribunales para que se les permita seguir atendiendo a su hijo. Contra todo pronóstico, y a pesar de que los médicos afirmaron que el pequeño no podría sobrevivir más de cinco minutos, Alfie lleva respirando por sus propios medios más de medio día. Ante el inesperado giro de los acontecimientos el niño ha vuelto a recibir alimentación, hidratación y oxígeno. Ha conseguido también la nacionalidad italiana, aunque no ha sido posible trasladarle al hospital Bambino Gesú de Roma, como querían los padres.

El caso de Alfie Evans es complejo. Precisamente por eso, sorprende la obstinación de las autoridades británicas, en contra del criterio de los padres del niño. En caso de duda no se debe tomar una decisión de este tenor, al menos para poder valorarlo con mayor y mejor criterio. Los mensajes que ha enviado el Papa Francisco son un buen ejemplo de prudencia. Francisco ha pedido que se escuche el sufrimiento de los padres, ha recordado que la vida de Alfie también es digna y que se deben explorar todas las posibilidades de tratamiento. Es momento de rezar por Alfie y por su familia, y de pedir al Señor luz para que quienes tienen en sus manos cuidarle directamente, busquen con ahínco el mayor bien posible, sin dejarse llevar por una compasión mal entendida.