Con el imán de los fondos europeos para la recuperación económica, el presidente Sánchez se encuentra en Estados Unidos en un viaje que, oficialmente, tiene por objeto atraer posibles inversores norteamericanos para los proyectos de modernización de la economía española. Después del vergonzante encuentro que tuvo en un pasillo con el presidente Joe Biden durante la reciente "cumbre" de la OTAN, parece que Sánchez ha tenido la necesidad de reivindicarse en un viaje que parece tener más de promoción personal que de promoción de España como país seguro para los grandes inversores.

Llama la atención que se haya programado el viaje en compañía tan solo de dos ministros y algunos asesores, con la ausencia total de los empresarios españoles que cotizan en el Ibex, los únicos capacitados para respaldar los encuentros con los magnates de las finanzas de Wall Street y Silicon Valley. Y no solo eso: resulta incomprensible que no se produzca ningún encuentro de alto nivel político en un viaje del presidente del Gobierno a un país fundamental como los Estados Unidos. Habrá que esperar para poder ponderar con objetividad de qué ha servido este periplo veraniego de Sánchez por Nueva York, Los Ángeles y San Francisco, en relación con los objetivos que se ha propuesto La Moncloa: situar a España en el "radar" de las oportunidades de negocio que se abren con la esperada recuperación económica.