Pedro Sánchez al desnudo
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Madrid - Publicado el
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Pedro Sánchez ha vivido hoy en el Congreso una de las jornadas más duras de su carrera política. Como si fuera el ensayo de una cuestión de confianza, con la credibilidad por los suelos, no le ha servido de mucho presentar una serie de quince genéricas medidas contra la corrupción para intentar ocultar el auténtico problema, su responsabilidad política en los casos de corrupción que afectan a su entorno más inmediato. A Sánchez no le funciona ya el victimismo o esparcir las culpas. Decir que pensó presentar la dimisión cuando supo del informe de la UCO que llevó a la cárcel a Cerdán es tan solo una pose patética a estas alturas.
El líder de la oposición, Núñez Feijóo, le ha recordado que el problema último de la corrupción política se llama Pedro Sánchez. Con su liderazgo reforzado, aprovechó cada uno de los casos de corrupción del entorno del presidente para recodarle quién elegió a esas personas y quién las mantuvo aún sabiendo de sus actuaciones ilícitas. Dando por supuesto la situación terminal en la que se encuentra Sánchez, a expensas de nuevas informaciones que sigan ahondando en la corrupción que asola al PSOE y al Gobierno, el problema radica en que los socios de la mayoría Frankenstein siguen apostando por mantener a Sánchez con respiración artificial. Aunque Yolanda Díaz escenifique una indignación sin consecuencias, mientras Junts y PNV no estén dispuestos a dar paso a las urnas, la legislatura seguirá en agonía, pendiente de las decisiones judiciales y sometida a los deseos de los nacionalistas, como ha sido desde su inicio.