El delirio en que se han instalado algunos dirigentes del secesionismo catalán parece no tener fin. La irresponsabilidad del Presidente de la Generalitat animando a apretar a los violentos CDR, las algaradas de los radicales cortando autopistas y poniendo en jaque derechos fundamentales de los ciudadanos, la invitación de uno de los fundadores del grupo terrorista Terra Lliure a ocupar el Parlament y a proclamar de nuevo la República el próximo día 21, o las incendiarias declaraciones del propio Quim Torra aludiendo a la vía eslovena, incomparable con la realidad catalana y que supuso en su día decenas de víctimas mortales, son solo algunas de las líneas rojas que hace tiempo se vienen traspasando.

La situación se agrava porque el Gobierno de la nación sigue dando tumbos. Hasta ahora su respuesta ha sido inexistente o timorata, tratando de hacer juegos malabares para no molestar a sus socios radicales. Pero nada hace prever que Torra y los suyos vayan a rectificar su huida a ninguna parte. Todo parece indicar que con la última vista antes del juicio del 1 de octubre, ya fijada para el próximo día 18, la irresponsabilidad mostrada puede ir en aumento. No caben más amenazas al orden constitucional. Las provocaciones han de tener una respuesta inmediata, firme y equilibrada. Es inadmisible que mientras en la Generalitat se coquetea con la violencia, el Gobierno de España se limite a dejar pasar la jugada, a comentarla levemente, o a anunciar medidas que ni se sabe cuáles son ni cuándo las va a poner en marcha.