La aberración del antisemitismo
Es imprescindible recordar que la crítica legítima al Gobierno de Netanyahu nunca podrá servir de coartada para legitimar el odio al pueblo judío

Madrid - Publicado el
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Existen motivos fundamentados para criticar el uso desmedido de la fuerza del ejército israelí en la frontera de Gaza. La legítima defensa no es un salvoconducto para ejercer cualquier forma de violencia y toda acción militar debe someterse al Derecho Internacional Humanitario. Sin embargo, la crítica contra los métodos empleados por Israel no puede servir para atenuar ninguna forma de antisemitismo. Este jueves, en Washington, dos miembros de la Embajada de Israel fueron asesinados por un hombre que los disparó al grito de «¡Palestina libre!». Este acontecimiento atroz no es un caso aislado; es la prueba de un antisemitismo que no deja de crecer en nuestras sociedades. Lo hemos visto en los campus universitarios de Estados Unidos e, incluso, en el corazón de Europa.
En demasiadas ocasiones, el odio y la violencia contra los judíos —y contra otros pueblos— han intentado disfrazarse de causas aparentemente justas. La estrategia es burda, pero no por ello deja de ser eficaz. La persistencia con la que la historia ha marcado al pueblo hebreo debería alertarnos sobre esta forma de odio injustificable. Y por más que sea obvio no debemos dejar de recordarlo: ningún ser humano —y menos por su condición étnica o religiosa— puede ser objeto de discriminación o violencia.
El antisemitismo es una pulsión latente en nuestras sociedades, y parece dispuesto a rebrotar con cualquier excusa. Por eso es imprescindible recordar que la crítica legítima al Gobierno de Netanyahu nunca podrá servir de coartada para legitimar el antiguo y persistente odio al pueblo judío.