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Sánchez agitará el "miedo a la derecha" para impulsar al PSOE en las urnas

El nuevo curso, marcado por las elecciones, pone a prueba los planes del Presidente empeñado en reclamar confianza a los suyos en su visión de la jugada

Sánchez encara un curso definido en Ferraz como “movido”

 EFE

Ricardo Rodríguez
@rrodriguezmaeso

Jefe de Política

@rrodriguezmaesoMadrid

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 08 ene 2019

Pedro Sánchez está decidido a poner a prueba la resistencia del PSOE en cuyas filas el miedo y la congoja hacen estragos. La escalada en la intención de voto del centro-derechaformado por PP, Ciudadanos y Vox es detectada en los estudios sociológicos de La Moncloa, pero a los fontaneros del presidente del Gobierno les parece imposible que esa alternativa pueda llegar a unas futuribles generales en su estado de gracia actual. “La niebla acabará disipándose”, comentan gráficamente las fuentes consultadas a la Cadena COPE.

La volatilidad en esta etapa de la política, los bruscos cambios de opinión en la sociedad, ejerce su terapia sedante en la cohorte a la sombra del gabinete de la Presidencia, convencida de que la burbuja de Santiago Abascal irrumpirá en las Cortes, aunque desinflada. Son los mismos que sostienen que el consorcio de las derechas moviliza a la izquierda y deja más espacio libre en el centro. “Están en una deriva en el lado extremo de la derecha, no obstante, desde el punto de vista electoral lo vamos a rentabilizar”, resumen colaboradores de Sánchez. La tesis ha calado de tal modo que el propio Presidente coincide milimétricamente en el análisis.

Y la estrategia deriva en la fórmula clásica del PSOE: Usar el miedo a que viene la derecha. Sin miramientos y sin paños calientes en el intento de estimular la participación del votante progresista, que no se quede en casa, en las citas con las urnas que se vienen encima. El entorno de Pedro Sánchez tiene plena confianza en ello, y sobre todo en su propio líder como gran baza a jugar en campaña. Tanto es así que los más optimistas aún se empeñan en vaticinar para sus siglas el 30% de los sufragios en unas generales. 

La autoconfianza puede crecer ante la idea de aprovechar deslices como el debate abierto en canal sobre la violencia de género. La cruzada feminista promete convertirse en un santo y seña y, al menos en el corto plazo, hacer revivir al socialismo. A Pedro Sánchez se lo han puesto más fácil para apelar al voto de las mujeres. Ya ofreció réditos electorales a José Luis Rodríguez Zapatero. En 2008, según rememoran en el PSOE, de los más de 11 millones de sufragios que consiguió hubo aproximadamente un millón más de voto femenino, diferencia que supuso precisamente la distancia con el PP de Mariano Rajoy. La convocatoria de las legislativas tardará a priori en llegar y dependerá de la aprobación de los Presupuestos para los que Sánchez debe asegurarse los apoyos de la moción de censura.

Paradójicamente, el PSOE tiene con anterioridad el test de las municipales, autonómicas y europeas y corre el serio riesgo de despilfarrar gran parte de su cuota de poder institucional. El éxito o fracaso político se mide en “mandos en plaza” y varios barones planean acuerdos tras el 26 de mayo con Ciudadanos como asidero para seguir gobernando. Algo se mueve fuera de los focos desde hace semanas ante la caída en picado de las expectativas de Podemos. Desde la misma calle Ferraz se ha dejado oír sin mezclas ni aditivos: “Pedro ha llegado a tener más feeling con Albert [Rivera] que con Pablo [Iglesias]”.

El PSOE ya está buscando “atar” a Ciudadanos. La oportunidad, claro está, la ha servido en bandeja Vox que ha llevado a los socialistas a buscar reunir cuanto antes la comisión de seguimiento del Pacto de Estado contra la Violencia de Género para que los de Pablo Casado y los de Albert Rivera expliquen su disposición a sacrificar las medidas pactadas en las Cortes en virtud de sus acuerdos con Santiago Abascal en Andalucía. La maniobra se antoja redonda: Permite a los socialistas acusar a Casado de mimetizarse con Abascal y ahondar en la presión sobre Rivera, necesitado de reafirmarse en su centralidad, atrincherado en la negativa a asumir en la comunidad andaluza compromisos más allá del PP

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Es cierto que Sánchez inició su singladura como presidente del Gobierno en buena sintonía con el secretario general de Podemos, en pos de armar un bloque de izquierdas, pero cercanos al jefe del Ejecutivo han mostrado en ocasiones su desconfianza con sentencias tales como “nunca compartiremos nuestros secretos con Pablo Iglesias”. Ocurrió cuando el líder de los morados, por su cuenta y riesgo, sostuvo la fijación de una convocatoria de generales en marzo. El panorama ha cambiado mucho desde entonces y más aún desde las urnas andaluzas. Será clave que las izquierdas sumen frente a una eventual alternativa de derechas para que Podemos logre conservar su posición de privilegio ante Pedro Sánchez.

“El papel, como gurú, lo aguanta todo”, aseveran - cuando hablan sin micrófonos - los críticos con la fontanería monclovita que, bajo su prisma, vislumbran el despeñadero a la vuelta de la esquina. Y si el PSOE es incapaz de conservar sus posiciones el 26-M, irá al matadero en las generales, sean cuando sean. La lealtad de la Ejecutiva Federal – los miembros son incondicionales y fían su suerte política a las decisiones del líder - permitirá a Pedro Sánchez superar el encuentro de este martes 8 de enero, el primero de 2019, sin el menor sobresalto, y ello aun cuando en el cuartel general de los socialistas llegan a definir el paisaje político, incluido el interno, como “movido”.

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