Pedro Sánchez retoma este martes su actividad en La Moncloa con el país batiendo todos los récords de contagios de coronavirus debido a la explosión de la variante Ómicron. Tener España en vilo por la sexta ola, entre otros frentes abiertos, no han motivado al Presidente para celebrar un Consejo de Ministros que tiene previsto estrenar el año el próximo día 11.

Sánchez es consciente de tener por delante media Legislatura pero también de la necesidad de insuflar optimismo a sus propias filas y recuperar el terreno perdido. Así, ante los obstáculos, va a buscar pasar a la ofensiva. Explotando al máximo la cuenta atrás de su mandato, casi 2 años. La atalaya gubernamental ofrece siempre la oportunidad de ocupar espacios, restar foco a una Oposición que en La Moncloa tachan de “durísima”, acaparando la agenda política.

Ya quedó destapada en las bocanadas finales de 2021 la maquinaria propagandística de los guionistas presidenciales para buscar visibilidad mediática duplicando los Consejos de Ministros que fueron lanzando iniciativas que hablaron más de estrategia que de contenidos concretos que hiciesen necesario el doblete del órgano colegiado del Gobierno. Sin embargo, el salto ha sido evaluado como “relevante” e indicativo de la pretensión de tomar la delantera. No fue aquella una estrategia inocente, por lo que sirvió para centrar la atención en La Moncloa.

Lo de menos, a ojos de la sala de máquinas socialista, es que los temas llegasen a expirar, no cogiesen vuelo, tras las ruedas de prensa posteriores a los Consejos de Ministros. Es el Gobierno quien marca la agenda con la idea de trasladar a la ciudadanía que lleva incorporado un ímpetu Legislativo. Otro movimiento en esta estrategia se antoja abrir el Congreso de los Diputados este mes de enero, tradicionalmente mes inhábil, para acelerar la tramitación de proyectos. Según el entorno presidencial, nada ha influido la exigencia del Partido Popular. “España no está para que el Gobierno se vaya de vacaciones”, censuró Pablo Casado en redes sociales.

Desde el área socialista prefieren hablar de un “funcionamiento a pleno rendimiento” o, al menos, venderse “a pie del cañón”, y avanzar en la aprobación de leyes como la de Igualdad de Trato, la controvertida de Libertad Sexual o la reforma del Régimen Electoral General para suprimir el voto rogado, habiendo además dejado amarrada la solicitud para la celebración de una sesión de la Subcomisión para reforzar la imparcialidad de autoridades independientes y organismos de regulación. A sumar, la posibilidad de dejar en una próxima pista de salida otros proyectos polémicos como la ley de Vivienda o los comprometidos cambios a la de Seguridad Ciudadana, rechazados sin contemplaciones por el PP, junto a Vox.

Más rasguños puede ocasionar al Ejecutivo sacar adelante la reforma laboral en las Cortes. O, al menos, hacerlo sin retoques. Los contactos con los socios habituales, ERC, PNV o Bildu son su prioridad, sin dejar de mirar a Ciudadanos. En La Moncloa hablan de “cuadrar con las abstenciones”, siendo suficiente más síes que noes, o incluso de ceder a una tramitación del real decreto como proyecto de ley. Las negociaciones prometen hacerse cuesta arriba en contra de lo inicialmente previsto, cuando llegaron a creer que algunos aliados iban de farol.

En cualquier caso, se trata ya de llevar la voz cantante, “apabullar”, según próximos a Sánchez, una cuestión básica ante el adelanto de las urnas en Castilla y León que arranca el 13 de febrero un ciclo electoral, con las andaluzas además por llegar. Citas que reforzarían a Casado en clave nacional. Asumido tal escenario, La Moncloa está en modo campaña. Los planes sobre el papel siempre cuadran, aunque la realidad suele ser también despiadada.