La llegada de José Luis Ayllón como jefe de Gabinete del presidente del Gobierno, ha impulsado, dicen, la agenda nacional del presidente, y no habrá semana que no incluya un viaje por España con promesas y proyectos bajo el brazo. Hoy mismo el jefe del Ejecutivo se desplazará a Badajoz para firmar el protocolo de colaboración en materia aérea y ferroviaria entre el estado y la junta de Extremadura. Rajoy cruzará además la frontera para asistir en Elvas al acto de inicio de las obras que unirán el puerto portugués de Sines, con la frontera española, acto que contará además con la presencia del primer ministro luso, Antonio Costa.

En su primera legislatura, el presidente no se prodigaba mucho por territorio nacional, y es que, la crisis no aconsejaba pasear mucho a un jefe del Ejecutivo que estaba pidiendo grandes sacrificios a los españoles. Además, reconocían en el partido, “no había nada que inaugurar”. La recuperación, y el aumento de los ingresos del estado, hacen posible, ahora sí, que Rajoy pueda viajar con proyectos concretos... lo hacen posible, y aconsejable, como antídoto también contra el auge de Ciudadanos. El presidente “vende” gestión, frente a la inexperiencia de Rivera, e incrementa su presencia en las CCAA atendiendo así, además, a las reclamaciones de sus barones, que exigían que Montoro “abriera la mano” ante la proximidad de las elecciones autonómicas y municipales.

Y como muestra, un botón, en las últimas semanas Rajoy ha anunciado inversiones en carreteras en Castellón y Alicante; ha inaugurado el puerto tinerfeño de la Granadilla; ha adelantado el incremento de frecuencias de vuelo entre Gran Canaria y La Gomera en época estival; y ha confirmado en León la licitación de nuevas obras del AVE entre León y Asturias. Un suma y sigue que no acabará aquí.

Rajoy alternará su agenda nacional con los compromisos internacionales: en los próximos viajará a África y Sudamérica, y el mismo jueves asistirá en Valencia a un acto del grupo popular europeo donde coincidirá con el presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker.

Y todo ello, mirando de reojo a Cataluña y hostigando con la ley a los nacionalistas para poner coto a sus locuras, y observando desde la distancia cómo los separatistas se pelean entre ellos mientras el 155 sigue su curso.