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Jacinto y Mercedes, dos pensionistas con historias diferentes

Pareja de pensionistas caminando

Pareja de pensionistas caminando

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Redactor de Informativos

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 14 mar 2018

Jacinto tiene 83 años, está jubilado y recibe algo más de 1.500 euros al mes. Su situación económica es cómoda y acude a las manifestaciones por sus compañeros, hijos y nietos. Mercedes tiene 61 años, hace dos perdió a su marido e ingresa 700 euros mensuales de pensión por viudedad, poco más de la mínima. Con un contrato de suplencia como limpiadora, 500 euros de hipoteca, 120 de comunidad y gastos de luz y agua, le es casi imposible llegar a fin de mes. Este colectivo es de los que más sufre.

La marea gris. Así se están dando a conocer los miles y miles de pensionistas que en las últimas semanas están tomando las calles de las principales ciudades españolas. ¿El motivo? Protestar por la escasa revalorización de las pensiones (0,25% este año) y la pérdida de poder adquisitivo en un país donde la situación económica mejora a medida que pasa el tiempo.

Esa subida del 0,25 la califican de “ridícula”. “Se han gastado más en enviarme la carta de notificación que en subirme la pensión. Me supone un euro y medio más”, afirmaba a COPE una pensionista durante la manifestación del 22 de febrero. Una concentración que incluso pilló por sorpresa a la Policía Nacional, que observó cómo más de un millar de pensionistas rompía el cordón de seguridad que estableció alrededor del Congreso de los Diputados.

Muchos de ellos salen a las calles por su delicada situación económica, pero la mayoría lo hacen por el futuro de España. “Los jóvenes deberían estar aquí más que nosotros. Si no alzan la voz lo tienen muy crudo”, comentaba otra jubilada.

Es cierto que quienes más ruido están haciendo son los pensionistas jubilados. Pero, la realidad es que muchas personas que están en edad de trabajar, en condiciones muy difíciles, que reciben otro tipo de pensión y que también reclaman prestaciones más justas.

En COPE hemos analizado dos puntos de vista totalmente opuestos. El de Jacinto, jubilado y el de Mercedes, viuda.


Jacinto tiene 83 años y hace veintiuno que se jubiló. Toda su vida la ha dedicado a la electrónica. Es uno de los afortunados. Recibe una buena pensión y lleva una vida tranquila y muy sana. Antes de empezar a hablar con él, recibe una llamada. Es su hija. “Ya sé por qué me llamas, no se me olvida”. Es miércoles y, como cada semana, le toca recoger a su nieta del colegio. Los lunes y los viernes también realiza esa misma labor, al igual que muchos abuelos y abuelas del mundo. Los martes y los jueves no pueden contar con él. Tiene entrenamiento de bolos y “eso que no me lo quiten”. Que se limite a contestar a lo que se le pregunta y reconducirle al tema de la conversación es difícil. Él lo sabe. “Me enrollo mucho, pero tu trabajo como periodista consiste en pararme cuando lo veas oportuno”, me dice.

Es uno de los muchos pensionistas que acude a las manifestaciones. “Voy por los jóvenes, por mis hijos y por mis nietos. Mi situación es lo que menos me importa. No considero que la pensión que recibo sea la justa, pero, a la vista de lo que hay, me considero uno de los afortunados. En el grupo con el que me relaciono, aunque no nos gusta hablar de dinero, hay compañeros que cobran muy poco”, cuenta a COPE. Aun así, el lujo o privilegio y su vida nunca han ido de la mano. Ni le ha preocupado. “Mi familia y yo hemos vivido con lo justo y lo necesario. Y tan contentos. Soy de dos “pisitos” y cuatro “cochecitos” a lo largo de mi vida. Desde el se
iscientos clásico al de ahora, que tiene 17 años”.

El de Mercedes es el caso opuesto. 
Tiene 61 años, es animadora sociocultural de mayores de oficio, pero no puede ejercer de ello desde hace tiempo. Actualmente tiene un contrato de suplencia como limpiadora. Recibe algo más de la pensión mínima de viudedad, unos 700 euros al mes (esto es el 52% de la base reguladora del fallecido. El PSOE exige a Mariano Rajoy que la suba al 60%). Con ese dinero, y con el poco que gana trabajando, tiene que hacer frente a una hipoteca de 500 euros al mes, 120 euros mensuales de comunidad, gastos de luz y agua, y hacer la compra. “Comprar ropa es mucho más secundario, pero llega un momento del día en el que estás en el sofá de tu casa y tienes que elegir entre encender la calefacción o comer. Piensas y no te queda otra que abrigarte con una manta gorda. Y así termina un día más... He tocado fondo, ahora solo queda salir adelante” cuenta a COPE.

Mercedes perdió a su marido hace dos años a causa de un cáncer de pulmón. Con una hipoteca pagada desde hace casi 40 años, vivían en un bloque sin ascensor y llegó un momento en el que la enfermedad de su cónyuge estaba tan desarrollada que no podía ni subir dos pisos de escaleras. No les quedó otra que cambiar de casa. La que Mercedes continúa pagando hoy. “Las personas que tenemos entre 50 y 65 años nos encontramos en una situación mucho más grave que las viudas de 65 porque tenemos que pagar una hipoteca que se lleva el 70-80% de la pensión”, comenta.

Mercedes, como mucho pensionistas, también acude a las concentraciones de estas semanas, pero lleva ya ocho años luchando contra la situación en la que se encuentran desde diversas plataformas. “El trabajo que muchas personas llevan haciendo mucho tiempo ha servido para concienciar a los mayores y pensionistas de lo que está sucediendo. Han despertado. Poco a poco el mensaje ha ido calando. Eso sí, echo en falta una mayor participación de los jóvenes. También estamos luchando por su futuro.”

Dos casos, el de Jacinto y Mercedes, totalmente diferentes. Uno lucha desde la relativa comodidad de recibir una buena pensión por que los demás también la reciban; otra pelea por sobrevivir y denunciar que su situación es la misma que la de miles de mayores.

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