La comisión parlamentaria sobre la operación Kitchen ha contado con los testimonios de dos antiguos mandos policiales imputados, el comisario Marcelino Martín Blas y el inspector Andrés Gómez Gordo, pero los circunloquios de uno y el silencio del otro han impedido que se disipen las dudas sobre el caso.

En una extensa jornada de mañana y tarde, la sexta sesión de la comisión que celebra el Congreso sobre esta operación ha acogido también los testimonios del comisario jubilado Juan Antonio González García, y del comisario Mariano Hervás, segundo de la Unidad Central de Apoyo Operativo cuando se desarrolló el presunto espionaje a Bárcenas.

Este último ha sido quien más explicaciones ha dado de esa operación que, ha recalcado, nunca se llamó Kitchen, y que, como han hecho otros antiguos mandos policiales, ha limitado a seguimientos "puntuales" a la mujer del extesorero del PP en busca del dinero que Bárcenas ocultaba en el extranjero y de sus testaferros, un servicio, ha insistido, "completamente normal".

A diferencia de Hervás, el exjefe de Asuntos Internos Marcelino Martín Blas y el inspector Andrés Gómez Gordo, antiguo asesor de María Dolores de Cospedal en el Gobierno de Castilla La Mancha, sí que están imputados en la causa que investiga la Audiencia Nacional por esta supuesta operación parapolicial de espionaje a Barcenas, presuntamente urdida desde el Ministerio del Interior en 2013 para buscar documentos comprometedores para dirigentes del partido.

Gómez Gordo ha sido el encargado de abrir esta mañana la comisión, en la que ha optado generalmente por el silencio por consejo de su abogado, decisión que ha convertido su hora y media de comparecencia en una sucesión de monólogos de preguntas y reflexiones de los diputados.

Pese a ello, el inspector, a quien se relaciona con el chófer de la familia Bárcenas, Sergio Ríos, captado como confidente policial para la operación con cargo presuntamente a los fondos reservados, ha querido dejar un mensaje claro: "En sede judicial he declarado y defendido la absoluta legalidad de cualquier actuación que se me atribuye".

Su silencio ha contrastado con las largas reflexiones del exjefe de Asuntos Internos Marcelino Martín Blas, que ha comenzado su turno aseverando que él no tuvo "absolutamente nada" que ver con la operación Kitchen, de la que nunca supo, aunque ha admitido que en 2013 pidió a un subordinado que le implicó en la causa comprobar si un Citroen C4 negro que estaba en el barrio de Salamanca pertenecía a la Policía, y le advirtió que tuviese "cuidado" porque "por ahí vive Bárcenas".

Esa ha sido prácticamente la única explicación que ha dado sobre el supuesto espionaje al extesorero del PP, y ha atribuido su imputación en la causa a las declaraciones de varios investigados, como el exnúmero dos de la Policía Eugenio Pino, que dijo al juez que había encargado a Martín Blas la operación y que éste se había entrevistado con el chófer, cuando, ha puntualizado el comisario, éste ha negado haberle visto.

Aunque ha rechazado que existiese ninguna "guerra de comisarios" o ninguna "brigada patriótica" en la Policía, sí que ha relatado los motivos de la animadversión que hacia él sentían tanto Pino como el comisario José Villarejo, investigado en la Audiencia, como otros presuntos implicados en el espionaje a Bárcenas.

Ha contado, por ejemplo, que en 2012 intentó investigar al jefe de la UDEF José Luis Olivera; que investigó a Miguel Ángel Gómez Gordo -hermano de Andrés-, o que cuando se detuvo a Francisco Nicolás Gómez Iglesias, el pequeño Nicolás, se halló documentación que lo relacionaba con Villarejo y se terminó llegando a su entramado societario.

De ahí que Villarejo primero pidiera al juez que lo apartara de la causa y que más adelante fuera cesado. De hecho, cuando ese mismo juez le encomendó dirigir una comisión judicial para investigar lo ocurrido, Pino dio orden de que ningún policía hablase con él o con gente de su equipo, ha dicho.

A su juicio, ha sufrido un "martirio" a diario durante años, con filtraciones a la prensa que lo vinculaban con asuntos como el espionaje a Bárcenas o la grabación al ministro del Interior en su despacho, es decir cosas que después se ha sabido que hicieron Villarejo o Enrique García Castaño.

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Este último dirigía la Unidad Central de Apoyo Operativo de la Policía y su número dos, Mariano Hervás, ha indicado este miércoles que fue García Castaño ordenó los seguimientos a Rosalía Iglesias en el verano de 2013 en el marco de un operativo que ni se llamó Kitchen ni se pagó con fondos reservados.

Es más, ha explicado incluso que los investigadores solían acudir al santoral para nombrar este tipo de operativos y que, en este en concreto, participaron 70 efectivos que estaban en proceso de "formación continua" en la unidad.

Los diputados también han escuchado al comisario jubilado Juan Antonio González García, que fundó la Unidad Central de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la Policía y que fue cesado a principios de 2012, de modo que ha dicho no saber nada de Kitchen.

El comisario, que participó en la detención del exdirector de la Guardia Civil Luis Roldán en 1995, sí que ha sido preguntado por su investigación de la trama Gürtel que inició, y ha recordado las presiones que recibió de miembros del PP como Francisco Álvarez Cascos, que le llegó a acusar de ser un "sicario de Rubalcaba". EFE

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