Siempre se ha esgrimido que es en los momentos críticos cuando más y mejor deben hacerlo los líderes. En situaciones de tensión, todas las miradas están puestas en ellos: según lo que hagan, el rumbo será uno u otro. Y, sobre todo, su posición saldrá reforzada o, por el contrario, podrá verse abocada al naufragio. Todos saben manejarse en las situaciones fáciles, pero es al salir de la zona de confort y lidiar con los problemas cuando uno se gana los galones. Si además lo hace cogiendo el toro por los cuernos y dando un golpe sobre la mesa, el triunfo es incontestable. Pablo Casado sabe bien todo esto.

La posición que iba a adoptar el PP ante la moción de censura de Vox era la que más expectación generaba. Quizá incluso más que la propia propuesta de la formación liderada por Santiago Abascal para intentar derrocar al Gobierno. Las cábalas se movían entre la abstención y el 'no', con algo más de fuerza hipotética para la segunda opción. Sin embargo, algunos no las tenían todas consigo: hasta que el líder de la oposición subiese a la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados, todo podía pasar.

Pero el desmarque llegó. Y de una manera tan rotunda como para poder catalogar a Casado como la voz más contundente de una moción que no ha podido estar más alejada de la victoria. “Esta moción dispara contra el partido que le ha dado trabajo 15 años y lamento decirle que el tiro le ha salido por la culata. Acepto el órdago, es hora de poner las cartas boca arriba. Hasta aquí hemos llegado”, ha sido una de las frases más rotundas de Casado en la que ha sido toda una declaración de intenciones contra Abascal.

“Sánchez saldrá de este coso a hombros de los diputados de Vox y con su tendido ovacionándole. Vaya capote le ha echado y vaya bajonazo con el que remata la faena: quería cortar las dos orejas del PP y ha acabado de monosabio de Iglesias”, ha aseverado también con firmeza. La separación de posturas la han vuelto a evidenciar, además, sentencias como “No a esa España a garrotazos en blanco y negro de trincheras, ira y miedo”, “Defendemos una alternativa serena, sensata, moderada, responsable y proeuropea” y “No somos como ustedes, somos la fuerza tranquila de los españoles”.

Tanto se ha desmarcado Casado de Abascal que ni siquiera le concede a su partido la etiqueta de socio de gobierno del PP en algunas autonomías y municipios. “¿Qué querían? ¿Que gobernara Susana Díaz en Andalucía o Manuela Carmena en Madrid?”, ha advertido para que en Vox sepan que apoyar la investidura no significa condicionarla.

Tampoco ha perdido ocasión para desmarcarse de las polémicas de Abascal y compañía: “La España moderada no está en la República Popular China o en las élites de Soros. ¿De qué se preocupan los mayores, de las pensiones o de Soros, y los jóvenes, del empleo o del virus chino?”. Así, a la vez que minaba la “moción de impostura” de Vox, Casado daba más realce a su liderazgo y a la “pérdida de tiempo” que, para él, han supuesto estas dos jornadas en el hemiciclo.

En definitiva, Casado busca de nuevo ser el candidato de "la España sensata y moderada”. El líder del PP ha dejado los postulados de Vox a años luz de los suyos, aunque eso pueda resquebrajar los cimientos en los que se asientan los gobiernos de Madrid, Andalucía y Murcia.