JOSEPHINE BAKER
El hijo de Josephine Baker: Ella seguiría luchando por los derechos humanos
Pilar Martín.
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Pilar Martín.
"La alegría de vivir", éso es lo que para Jean-Claude Bouillon-Baker significaba su madre, Josephine Baker, una artista que no sólo rompió barreras y fronteras en el mundo del espectáculo, sino que también fue una luchadora por los derechos humanos que, de estar viva aún, "seguiría con esta lucha porque creería que no se ha solucionado nada".
Así lo ha expresado Buillon-Baker durante su visita a Madrid para presentar la biografía gráfica "Josephine Baker" (Salamandra Graphic), un cómic de más de 500 páginas realizadas por José-Louis Bocquet y Catel Muller que cuentan la historia de esta mujer afroamericana que se convirtió en un icono de los años veinte por su "alegría de vivir" y su modernidad.
Y nadie mejor que Buillon-Baker, asesor del cómic, para ahondar en el contenido de esta obra, porque él fue uno de los 12 hijos que Baker adoptó y con los que creó su "Tribu Arcoíris", una utopía multirracial de la artista por demostrar que los seres humanos de distintas razas podían "llevarse bien", según lo considera su hijo.
"No fue algo racionalizado ni teorizado, sino algo fruto de la observación y para intentar que el racismo no llegara a los niños", ha explicado no sin apuntar que otro de los motivos fue que no pudo ser madre.
Nacida en 1906 en Saint Louis (EE.UU.), Baker llegó a París en 1925 para actuar en cabarés, donde se convirtió en una gran estrella, y donde se nacionalizó francesa en 1937, dos años antes del estallido de la II Guerra Mundial, un conflicto donde también se detiene el cómic, porque fue aquí donde la bailarina fue espía contra la Alemania nazi y activista por los derechos de las personas negras.
Pero, ha explicado Buillon-Baker, cuando su madre llegaba a casa era "una mamá", una faceta que también se muestra en este cómic biográfico que arranca con su nacimiento en una familia humilde americana y finaliza con su muerte y con su entrada en 2021 en el Panteón de Francia, donde no está su cuerpo, sino tierra de los tres lugares más importantes para la artista.
Saint Louis (donde nació y comenzó su amor por la danza), Mónaco (donde están enterrados sus restos mortales) y el castillo de Milandes en Castelnaud, Francia, una fortaleza donde se trasladó con su cuarto marido y en la que se refugiaba con sus 12 hijos, pero que finalmente acabó perdiendo "por codicia", apunta su hijo.
"Mi madre era una gran artista, pero una mala gestora. Charles de Gaulle la quiso ayudar porque la admirada mucho, pero ella decía que Francia no tenía que pagar sus tonterías", ha confesado.
Nacida con el nombre de Freda Josephine McDonald, su fama la hizo coincidir y tener amigas como Frida Kahlo o Grace Kelly, y también se llevó bien con Sofía Loren o Ingrid Bergman.
Porque pese a que fue en Francia donde nació como estrella con su "baile de la banana", y donde la llamaron la "Venus de Bronce", esta bailarina exótica por sus movimientos y propuestas escénicas recorrió el mundo con arte.
Eso sí, su país natal fue su gran espina, ya que, como así se refleja también en estas viñetas en blanco y negro, no pudo volver a actuar en Estados Unidos porque en 1951 la incluyeron en una lista de personas no gratas del gobierno y del Buró Federal de Investigaciones (FBI) por haber denunciado por racismo al dueño del Stork Club de Nueva York.