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Rosa Díaz
Angélica Liddell ha hecho un pacto con el diablo y el resultado es "Vudú (3318) Blixen", la obra que ha estrenado este sábado en el festival Temporada Alta de Girona y en la que ha conjurado el sufrimiento y el odio con rituales escénicos y ceremonias funerarias.
Liddell, nacida en Figueras, no muy lejos del Teatre del Salt donde hoy ha representado por primera vez la pieza, es, además de una de las artistas contemporáneas españolas más reconocida internacionalmente, una mujer atravesada por el dolor que busca en el teatro y la escritura la forma de exorcizarlo.
"El origen de esta obra se encuentra en la necesidad de robar el sufrimiento a la vida real y conducirlo al mito, para purificarlo", ha explicado a EFE la artista, antes de la representación.
"Es una venganza ritual que me ha llevado a realizar un pacto con el diablo -ha añadido-. El diablo me prometió que todo ese sufrimiento se convertiría en obra y ha cumplido".
La pieza teatral que ha creado con ayuda del demonio es un montaje de seis horas de duración, en el que ella se sitúa en el centro de una escena por la que llegan a pasar un total de 50 figurantes humanos, ademas de un cuervo y dos papagayos.
Los animales muertos también tienen su papel en este viaje por el horror y la belleza de la vida, que la artista ha dividido en cinco partes con identidad propia, separadas por entreactos.
Como en obras anteriores, Liddell utiliza su cuerpo, sus emociones y su vida como material artístico con el que construir escenas, en este caso cinco, que son otros tantos rituales de vudú, con gallina muerta incluida.
La palabra y la confesión siguen siendo esenciales, aunque en "Vudú" experimenta también con la narración a través de los cuerpos de otros interpretes, tratados como espectros, sin ninguna emoción, sin ningún sentimentalismo, como si todos y cada uno de ellos fueran mensajeros de la muerte.
Además, la artista representa sobre el escenario su propio funeral porque, según ha dicho, "la 'hamartia', o error, genera un conflicto cuyo final es irremediablemente amargo: la aniquilación del protagonista mediante la locura o la muerte".
Otro concepto de la tragedia griega, 'fatum', también esta muy presente en la obra, que se opone a la tiranía del destino con la ayuda del diablo.
"Satanás es un revolucionario -afirma Liddell-. Se enfrenta a Dios e insiste en conservar su autonomía. En esa relación entre el libre albedrío de los hombres y la omnipotencia divina, el mal se presenta como el mayor acto de libertad humana".
De ahí que Liddell haya optado por pactar con el diablo, a pesar de que, como ella reconoce, ello le haya obligado a "entregarle un poco de sangre a cambio".
Una frase que hay que tomarse en serio cuando sale de la boca de esta creadora radical, que en "Liebestod" consiguió que se desmayara más de un espectador cuando se hizo cortes en el cuerpo con una cuchilla.
De todas maneras, la artista busca nuevas maneras de expresión en cada obra y en "Vudú" no ha fumado por la vagina como en "Terebrante", aunque se ha introducido un puro en la boca, con la parte encendida hacia dentro.
También ha evocado varias veces a su admirada Karen Blixen, autora entre otras obras de "Memorias de África", y a cuyo nombre hace referencia el título de la obra.
La baronesa Karen Blixen, más conocida como Isak Dinesen, le prometió su alma al diablo a cambio de que todo aquello que ella experimentara se convirtiera en una historia para sus libros, según Liddell.
En su honor, el observatorio Brofelde de Dinamarca bautizó como 3318 Blixen a un asteroide del cinturón del sistema solar situado entre Marte y Júpiter.
El hecho de que Marte sea el dios de la guerra no es una casualidad, según Liddell, que en esta obra levanta su hacha contra la muerte, el abandono, los amantes maltratadores, la tortura y todo lo que provoca dolor en este mundo.