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Alemania

¿Por qué Merkel no consigue formar gobierno?

Las elecciones de Alemania se celebraron el pasado 24 de septiembre y volvió a ganar Angela Merkel, por lo que la primera impresión fue de continuidad y de “business al usual”.

Angela Merkel y su preocupación por formar Gobierno

REUTERS

Corresponsal de COPE en Berlín

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 11:24

Sin embargo, desde entonces, Merkel no ha podido formar gobierno y Europa entera mantiene la respiración a la espera de poder iniciar una reforma impulsada por el francés Macron, pero que no es posible sin el apoyo de Alemania. Y se trata de una reforma muy importante y urgente, porque definirá ante el mundo la Europa post Brexit y preparará la estructura europea para soportar la próxima crisis. ¿Qué es lo que lo está retrasando todo?

En las elecciones de septiembre hubo dos novedades que cambiaron el mapa político alemán. La primera de ellas fue el ascenso del partido Alternativa para Alemania (AfD), un conglomerado de pequeños grupos radicales populistas a los que unen una serie de demandas nacional-socialistas: quieren que los países periféricos como España abandonen el euro o, en su defecto, que lo abandone Alemania; quieren preservar la cultura alemana reduciendo el número de extranjeros en el país; quieren castigar fiscalmente a los bancos y grandes corporaciones a favor de las familias y los trabajadores; son amigos de Trump y de Putin y están dispuestos a apoyar cualquier movimiento desintegrador dentro de la UE, como por ejemplo el independentismo catalán. Este partido, con el 11% de los votos, ha entrado ya en el Bundestag alemán, rompiendo con la máxima del histórico líder conservador Franz-Josef Strauss, que proclamó que “a la derecha de la Unión (bloque conservador de Merkel y los socialcristianos bávaros) no puede haber ningún partido democráticamente legitimado”, como única vacuna contra el fantasma nacionalsocialista.

La segunda gran novedad fue el regreso a la arena nacional de Martin Schulz, un político socialdemócrata (SPD) que había hecho toda su carrera en Bruselas y que presentó su candidatura a la cancillería de Berlín defendiendo que venía a romper con la gran coalición y que su único objetivo era derribar a Merkel. Su fracaso fue tan estrepitoso que el SPD obtuvo el 20% de los votos, su peor resultado desde 1933, fecha de la toma de poder de Hitler. Merkel, con el 33% de los votos, también había perdido 8,5 puntos respecto a las anteriores elecciones, pero juntos podían prolongar la coalición que tan exitosamente había liderado el país los cuatro años anteriores. Schulz, sin embargo, por miedo a que su partido lo desechase como hizo con el anterior candidato a la cancillería, que ni siquiera ocupó una cartera ministerial tras perder las elecciones, proclamó sin siquiera consultar a la directiva del SPD que no negociaría con Merkel, por lo que Merkel se vio abocada a llamar a los liberales y los verdes.

Durante varias semanas, los equipos negociadores de los tres partidos trabajaron en un acuerdo que estaba ya casi terminado. Por primera vez parecía abrirse paso un tripartido inédito en Alemania y denominado “Coalición Jamaica”, por los colores que identifican a las tres formaciones políticas. Pero Christian Lindner, líder de los liberales (FDP), abandonó inesperadamente la negociación cuando el documento estaba ya prácticamente listo. Por Berlín circulan explicaciones que van desde la conspiración de dinero ruso de por medio hasta la más psicológica que alude al trauma del FDP, tras quedar fuera del parlamento en las elecciones de 2013. Lindner, por su parte, solo se ha justificado diciendo que “nos estaban ninguneando”.

Ninguna de las otras opciones, una gobierno en minoría o una repetición de elecciones, darían respuesta a las necesidades europeasMerkel, tratando de aminorar el estrés en Bruselas y en los mercados financieros, volvió a ofrecer entonces conversaciones a los socialdemócratas. Schulz seguía negándose, pero entonces intervino el presidente alemán, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, llamando a los suyos a una postura de “responsabilidad de Estado”. La directiva del SPD, que había estado a favor de la gran coalición desde el principio, dejó entonces claro a Schulz que negociarían  con o sin él. Y Schulz se sentó a la mesa, convencido ahora de que la gran coalición que siempre rechazó es la mejor de las opciones, un proyecto “satisfactorio y entusiasmante”, según sus últimas declaraciones. El problema es que no es creíble.

Buena parte de las bases socialdemócratas y muy especialmente las juventudes del partido, los “Jusos”, amenazan con no aprobar la gran coalición en el congreso extraordinario que el partido celebrará el domingo en Bonn. Si eso llegase a ocurrir, hemos de prepararnos para un desplome del euro el lunes, en cuanto abran las bolsas, y de un cambio de rumbo en Europa, donde Macron tendrá que vérselas a solas con una serie de países en los que triunfan las proclamas nacionalistas y con unos Estados Unidos en los que el efecto Trump está todavía por definir. Puede que incluso se precipite esa próxima crisis para la que Europa pretendía prepararse.

Y estos son los motivos por los que hoy asistimos a la paradoja política que supone la gira que Martin Schulz ha emprendido por los Bundesländer, tratando de convencer a las sedes regionales para que voten a favor de la misma gran coalición que él llamaba a destruir hace solo cuatro meses. “Espero tener la posibilidad de movilizar a los que están a favor y de convencer a los debemos convencer”, ha dicho a su llegada a Renania del Norte-Westfalia, pidiendo a los sindicatos que salgan a la calle a defender el preacuerdo por una cuestión de “responsabilidad de liderazgo”.

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