El Gobierno de España ha procedido, por adaptación, consciente de que la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña es un recurso complejo que exige un cierre de filas que, necesariamente, deberá mantenerse en el tiempo. No será sencillo, pero los próximos meses requerirán prodigios de habilidad y muchas dosis de paciencia. La inmensa mayoría de los españoles coincidirá en que no debía haberse llegado a esta situación. La Unión Europea y sus líderes también insisten por activa y por pasiva en la necesidad de encontrar soluciones dentro del marco constitucional. El Estado, y sus mecanismos institucionales, la Unión Europea y el derecho internacional tienen su propia dinámica y recorrido.

Hay sin embargo una tarea grave y urgente que acometer que no puede esperar al despliegue institucional, la sociedad catalana catalana necesita suturas internas, hacen falta espacios de moderación y recomposición, Cataluña necesita líderes sociales, culturales y políticos capaces de templar los ánimos y ofrecer propuestas realistas. La sociedad catalana necesita espacios de encuentro y acercamiento para sanar las relaciones, y las necesita también la sociedad española. Y esto no puede esperar, ya se ha perdido demasiado tiempo.