La remodelación del Gobierno de la Generalitat es la última y evidente prueba de que muchos de los impulsores de la consulta secesionista no están convencidos que se vaya a materializar. Tan poca es la certeza, que ha generado una crisis crónica en el Govern. Puigdemont cambió ayer a tres consejeros y al secretario de su Ejecutivo porque el líder de Esquerra, Oriol Junqueras, le había exigido un Gobierno dispuesto a asumir cualquier responsabilidad. Junqueras estuvo retrasando hasta el día de ayer asumir la responsabilidad de impulsar el referéndum, seguramente porque tenía miedo a ser inhabilitado. Todo esto revela que los líderes de la que se presenta como una revolución liberadora se miran de reojo por temor a quedarse solos. Temen que la justicia del Reino de España, a la que dicen no reconocer, les impida hacer política en el futuro o les exija responsabilidades patrimoniales. Saben que no va a haber referéndum, que Cataluña seguirá en España y que habrá pronto elecciones. Los catalanes, de un signo político u otro, harán sin dudas las cuentas con los líderes del PdCat y de Esquerra, con su escasísima dedicación a las necesidades de la gente, con la defensa casi exclusiva de su agenda partidista. El pueblo catalán, con sus variadas ideas y creencias, tendrá que examinar las contradicciones de algunos de sus políticos. Es imposible seguir sosteniendo que Madrid tiene la culpa de todo.