Siglo XII, Zamora, año 1158. Por aquel entonces tuvo lugar una revuelta popular con tintes de leyenda en un marco muy singular, la Iglesia de Santa María, lugar en el que acaeció el conocido como motín de la trucha.

En aquellos años, el norte de la península iniciaba un brillante desarrollo económico al compás del Camino de Santiago, una importante fuente de ingresos para comerciantes y artesanos que se asentaban en las principales ciudades a lo largo de su recorrido. Una burguesía emergente que poco a poco fue amasando no solo grandes fortunas, también el ansia de ganar mayor peso en la vida política de sus ciudades.

Fue precisamente esa afán de poder la que desencadenó no pocos altercados en el norte de España con los nobles que ostentaban hasta la fecha el poder tradicional y que fueron llamadas por algunos historiadores “revueltas burguesas”. Y una de ellas fue precisamente el Motín de la Trucha:

PESCADERO.- ¡¡¡Truchas, truchas, pescado fresco y barato, truchas… truchas!!!

Cierto día en el mercado de la villa, un pescadero ofrecía la última trucha que le quedaba en el puesto a un apreciado zapatero.

PESCADERO: ¡Cómprela, es la mejor y al ser la última se lleva un mejor precio!

A poco de cerrar la venta, irrumpió en el puesto el criado de uno de los renombrados nobles de la villa, Gómez Álvarez, que alegando un supuesto privilegio nobiliario, pidió la trucha en liza para sí.

CRIADO.- Perdone mi atrevimiento… pero como bien es sabido los nobles gozamos de ciertas ventajas para conseguir una mercancía… por lo que esa trucha correspondería a mi señor…

SEÑORA: ¡¡¡¡Qué desfachatez… el zapatero estaba antes. Su señor puede hacerse con cualquier otro manjar en cualquiera de los puestos del mercado. No hay derecho, no hay derecho!!!

La disputa no tardó en pasar a mayores y la gente que pasaba por allí poco a poco se fue arremolinando alrededor del cada vez más inaccesible puesto. Todos opinaban, la mayoría a favor del zapatero que finalmente se alzó con la ansiada trucha.

Pero la dantesca escena no terminó ahí, los nobles se tomaron la justicia por su mano, se reunieron en la iglesia de Santa María y decidieron dar captura a los líderes de la revuelta.

NOBLE: ¡¡Semejante afrenta no se puede consentir, debemos obrar en consecuencia y evitar que el algarabío se repita!!.

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El pueblo temeroso de estas represalias decidió encerrar a los nobles en la misma iglesia de Santa María y prenderle fuego.

Aquella noche los nobles allí encerrados murieron, entre ellos Ponce de Cabrera, hijo del mismísimo teniente de la villa, que había sido designado por el propio rey Fernando II de León.

Ante el temor a sus represalias, los amotinados pusieron tierra de por medio y huyeron hasta la frontera portuguesa. Desde allí imploraron el perdón del monarca.

SEÑORA: ¡Majestad, pedimos clemencia de no tenerse en consideración nuestras súplicas, pasaremos a poblar el vecino reino de Portugal!.

El rey no tardó en responder a sus súplicas ante el temor de que no regresaran a Zamora y les pidió el compromiso de reedificar la iglesia, que desde entonces pasaría a llamarse Santa María “la Nueva”.

De aquel hecho hoy en día queda constancia en una de las calles adyacentes a la propia iglesia, que lleva su nombre; El Motín de la Trucha.

REPARTO

Narrador.- Urbano Canal

Señora.- Pilar Abad

Pescadero.- Pepe Melero

Criado y Noble.- Rodrigo Paz

Guión.- María Bandera