El descubrimiento de un niño en su finca de Cáceres que cambió la vida de su familia: terminó con miles de pesetas de indemnización

En 1920, el pequeño Jenaro encontró un objeto semienterrado mientras jugaba en su finca en Aliseda; al alertar a sus tíos, hicieron un hallazgo mayor que acabaría marcado por una venta clandestina y una investigación policial

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Redacción TRECE

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El hallazgo del Tesoro de Aliseda fue tan inesperado como extraordinario. Todo comenzó la tarde del 29 de febrero de 1920, cuando el pequeño Jenaro Vinagre jugaba con un pico en los alrededores de un horno de tejas propiedad de su familia en la finca de Aliseda (Cáceres). Mientras sus tíos, Victoriano y Jesús-Juan Rodríguez Santano, trabajaban fabricando tejas, el niño golpeó la tierra y tropezó con un obstáculo duro. Al remover con curiosidad, descubrió una vasija rota de la que asomaban cadenas y pulseras de oro. Avisó enseguida a sus tíos, quienes excavaron la zona y llenaron dos cubos con joyas que lavaron rápidamente en el arroyo cercano de Cagancha. Sin saberlo, habían dado con uno de los ajuares funerarios tartésicos más valiosos jamás encontrados en la península.

Un hallazgo fortuito y un intento frustrado de venta clandestina

Pero el descubrimiento no tardó en derivar en una complicada trama de compraventa clandestina. Apenas unos días después, el 6 de marzo, los hermanos Rodríguez Santano decidieron vender el tesoro en Cáceres al relojero Fernando Cezón Morales, quien les pagó 2.515 pesetas por el conjunto, que pesaba unas 37 onzas. La transacción, sin embargo, despertó sospechas. El secretario del Ayuntamiento de Cáceres, Leopoldo Zugasti, denunció públicamente la venta irregular, lo que activó una investigación policial. Tras varios interrogatorios, los descubridores confesaron la operación e incluso devolvieron parte del tesoro y el dinero recibido. Las autoridades intervinieron rápidamente y evitaron que las piezas fueran sacadas del país o vendidas al arqueólogo alemán Adolf Schulten, quien se encontraba en la zona. Finalmente, el 21 de mayo de 1920, el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes declaró el tesoro propiedad del Estado y lo trasladó al Museo Arqueológico Nacional, tras abonar una indemnización de 16.976,75 pesetas a los hermanos, aunque fue Jenaro quien encontró el tesoro por primera vez.

Ayuntamiento de Aliseda

Réplica del Tesoro de Aliseda

Desde septiembre de 1920, el tesoro pasó a formar parte del inventario del Museo Arqueológico Nacional de España, con el número 586 para el conjunto completo. El Estado indemnizó a los descubridores por su entrega.

Aunque la falta de un protocolo arqueológico riguroso en su hallazgo ha dificultado su interpretación exacta, se cree que el conjunto formaba parte del ajuar funerario de una tumba aristocrática, posiblemente de un hombre y una mujer. El cinturón hallado parece de carácter masculino, mientras que la diadema se atribuye a una figura femenina.

Un conjunto de lujo orientalizante en el corazón de Tartessos

El Tesoro de Aliseda se remonta a una época de intenso contacto comercial entre el mundo tartésico y las culturas del Mediterráneo oriental, especialmente los fenicios. Estos, atraídos por las riquezas minerales de la península ibérica, trajeron consigo objetos de lujo, tecnologías y formas de vida que impactaron profundamente a las comunidades locales.

Ayuntamiento de Aliseda

Réplica del Tesoro de Aliseda

El tesoro incluye más de 285 piezas de oro, plata, vidrio y bronce, muchas de ellas decoradas con piedras semipreciosas y elaboradas con técnicas como la filigrana, el granulado y el repujado. Entre los objetos más relevantes destacan:

  • Un cinturón de oro de 68 cm de largo decorado con escenas de lucha entre un dios-héroe (posiblemente Melqart) y un león, además de grifos y palmetas, símbolo del poder aristocrático.
  • Una diadema compuesta por plaquetas decoradas con rosetas, cadenas y esferas, que aún conserva una turquesa original.
  • Un brazalete de oro con espirales entrelazadas y extremos decorados con flores de loto.
  • Un collar de once colgantes, algunos con cabezas de halcón o serpiente, y otros en forma de creciente lunar.
  • Una jarra egipcia de vidrio verde opaco, con inscripción jeroglífica, que probablemente llegó a la Península como artículo de comercio de lujo.
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    El hallazgo incluye también un espejo de bronce, un vaso de plata y un brasero, completando un conjunto funerario de una riqueza sin precedentes en la zona occidental del Mediterráneo.

    Algunas teorías sugieren que estas piezas podrían haber sido elaboradas en talleres peninsulares influidos por modelos orientales, lo que reforzaría la idea de una élite local tartésica que supo adaptar técnicas extranjeras a su propio simbolismo y estética.

    Hoy, el Tesoro de Aliseda representa una de las colecciones tartésicas más impresionantes del patrimonio arqueológico español, y sigue ofreciendo pistas sobre el poder, las creencias y el arte de uno de los pueblos más misteriosos de la Antigüedad ibérica.

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