Santoral: Santa Francisca Romana, esposa y madre fiel seguidora del carisma benedictino

La unión a Dios en cada momento de la vida y más en la Cuaresma supone estar siempre en la retaguardia para asumir todo lo que uno vive y mirar con ojos serenos y rostro alegre las dificultades que se presenten. Hoy celebramos a Santa Francisca Romana. Nace en Roma en 1384, contrayendo matrimonio a temprana edad con Lorenzo de Ponziani. 

Madre de tres hijos, supo dar la impronta de Fe en la vida cotidiana, esmerándose en las tareas cotidianas. Esposa ejemplar, no estuvo exenta de sufrimientos y pruebas. La más dura fue ver cómo morían sus hijos, a la que se unió la confiscación de todas las tierras que poseía. Pero en todas estas dificultades supo ver la mano amorosa de Dios, poniéndose en sus manos y su Fe, lejos de menguar aumentó plenamente. Desde la madurez de su confianza en la Providencia fue viendo con otros ojos cada uno de los acontecimientos que le sucedían.

Prueba de ello fue el espíritu de caridad que se notó más sensiblemente durante este tiempo de dureza. Entre las obras de misericordia que practicó, se encuentra el reparto de sus bienes a los pobres. También tendió a los más enfermos, mostrando siempre una gran bondad y mansedumbre en el trato con los necesitados y descubriendo en ellos a Dios que le pedía ayuda. 

Su paciencia no conoció límites. El año 1425 fundó la Congregación de las Oblatas de Tor de' Specci, siguiendo la Regla de San Benito. Una vez que enviudó también se incorporó ella al carisma, de estas religiosas que, a pesar de basarse en la normativa benedictina, no es de clausura. Después de una vida entregada a Dios en el matrimonio y en el carisma que inició, murió el año 1440.