El Santo que fue apóstol del Resucitado entre los enfermos y necesitados

Jesús Luis Sacristán García

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Existe un viejo cántico que recita nos envías por el mundo a anunciar la Buena Nueva. Mil antorchas encendidas y una nueva primavera. El anuncio está relacionado con el Resucitado que es enviado por el Padre y que de esa manera envía a los Apóstoles a predicar, ser fuertes y valientes hasta el momento de entregar la vida. 

Hoy recordamos a San José María Rubio que es uno de los grandes apóstoles entre el siglo XIX y primeros del siglo XX en la historia reciente. Nace en Dalías, Provincia de Almería, en el año 1864. Ordenado sacerdote en Madrid, sus primeros destinos pastorales fueron Chinchón y Estremeña. Profesor en el Seminario madrileño, llegaría a ejercer varios años como Notario de la Curia Diocesana.

Sin embargo los planes de la Providencia le llevan por otros caminos diferentes, porque pasados los 40 años, es llamado a servir a Dios desde la Compañía de Jesús. Esto requiere ir meditando bien los pasos a dar para acercarse al carisma de Ignacio de Loyola.Durante los primeros cinco años, sigue un proceso de formación, para después encargarse de la confesión y la dirección espiritual de muchas almas.

Tampoco faltó en su trayectoria la atención a los más pobres y necesitados, descubriendo en ellos la presencia del rostro de Dios. Su dedicación a los laicos, dio frutos de verdaderos apóstoles seglares. Muere en 1919, siendo beatificado y canonizado por Juan Pablo II.

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