Santoral

San Teodoro de Heraclea, testigo de Cristo Luz

Ser luz y sal de la tierra supone ser firmes y valientes de corazón para esperar en el Señor como pide la Sagrada Escritura. En esta recta final de la primera parte del Tiempo Ordinario, acercándonos poco a poco a la Cuaresma, nos encontramos con San Teodoro de Heraclea, que defendió hasta el final su Fe como testigo de la Luz. Su nombre ya hace honor a su condición de santo, ya que Teodoro significa “adorador de Dios”.

Perteneciente a la milicia, es capitán de los soldados cuando gobernaba el emperador Licinio. Durante toda la vida estuvo entregado a multitud de combates y batallas, pero su disponibilidad y consagración total fue para el Señor. No en vano, libró mayor número de batallas contra el dragón maligno, para poner de manifiesto su fidelidad a Cristo. También visitó a todos los soldados para animarles en el combate y estimularles en la tarea de servicio que desempeñaban en bien de Roma.

La ocasión de descubrirle como cristiano se presentó el día en que el soldado pidió al Emperador que le dejase llevarse las estatuas de los dioses romanos a su casa. Como excusa, para no levantar ningún tipo de sospechas ni inquietudes, alegó que su intención era limpiarlas y perfumarlas, según prescribía la leypara que el suave aroma impulsase a los que se acercasen, a ofrecerles los debidos sacrificios.

Nadie le puso obstáculos, antes bien, pensaron que iba a hacer un gran servicio al Imperio y sus intereses religiosos. Pero tan pronto como estuvo a solas en su casa con aquellas falsas divinidades, las destruyó todas. Al enterarse Licinio, supo que Teodoro pertenecía a los cristianos, grupo considerado como enemigo de los intereses imperiales. Por eso, le hizo detener, procesarle y, al confesarse discípulo de Cristo, ser ajusticiado. San Teodoro de Heraclea muere decapitado en el año 319.


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