San Bernardo de Claraval

Entre sus obras destacan algunas que comentan libros de la Sagrada Escritura, así como algunas reflexiones sobre los Misterios de la Fe vinculados a la Virgen

Jesús Luis Sacristán García

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En el silencio de los Conventos y en el Medievo se han forjado muchos Santos. Hoy, por ejemplo, celebramos a uno de ellos: San Bernardo de Claraval. Nacido en Dijón (Francia), el año 1091, de niño aprende a amar inmensamente a Jesús, al tiempo que profesa una tierna devoción a la Virgen María, Inspiradora en el futuro, de sus escritos.

Al poco de cumplir los veinte años, ingresa en el Cister, en el Monasterio de Citeaux. En su decisión de hacerse monje le acompañan otros treinta amigos que, en otro tiempo, se aficionaron al tema de la caballería, como él. La relajación de costumbres monástica le refleja como un gran reformador para volver al espíritu genuino de la observancia conventual. Su fama de santidad, le hace ser elegido Abad del propio Convento, pero el Plan de la Providencia va más allá, ya que las herejías azotan Europa.

El evangelio de hoy, viernes 20 agosto

Es necesario poner orden y, tanto los Papas como los Emperadores ven en este hombre una autoridad indiscutible en el proceso de cristianización y consolidación del Viejo Continente. Tras sentar las bases de la Fe, su salud se va desgastando progresivamente, retirándose a Claraval, en sus últimos tiempos. Así se va consolidando su personalidad manifestada en la dulzura que adquiere gracias a la penitencia y a la sobriedad, dejando atrás su carácter duro.

Esto se notará también en sus predicaciones. Por eso se llamará “El Doctor Melifluo”. No obstante, gracias a ese carácter fue capaz de sacar adelante algunas cosas complicadas en la vida cotidiana del Viejo Continente. Entre sus obras destacan algunas que comentan libros de la Sagrada Escritura, así como algunas reflexiones sobre los Misterios de la Fe vinculados a la Virgen. San Bernardo de Claraval muere el año 1153.


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