
Madrid - Publicado el
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Largo tiempo duró la persecución a los cristianos en los primeros tiempos. Esos cuatro siglos parecían interminables. Así lo vieron en el siglo III los Santos Cornelio y Cipriano que celebramos hoy. Cornelio es un hombre muy sencillo. No tiene aspiraciones. Solamente vive la Fe de cada día sin mayor pretensión.
Todos se admiran de que la sencillez resplandece por toda su persona. Un hecho le va a llevar al Papado, porque Decio martiriza en esa dura persecución al Papa San Fabián. Todos buscan alguien fuerte capaz de defender la Nave de Pedro. Inexplicablemente reparan en Cornelio. Su sentimiento humilde le hace asumir lo que la Providencia le pide.
Por entonces, no solamente está la persecución, sino los desvíos doctrinales. Es el caso del Cisma Novacianista. Éste fue difundido por un teólogo de nombre Novaciano. Éste defendía que era imposible acoger en la Iglesia de nuevo a los renegado de la Fe. Contra esto tuvo que defender a la Comunidad el Papa Cornelio. Por su parte, Cipriano se había convertido desde el Norte de África de donde procedía. Era brillante y de alta alcurnia. Elegido obispo de Cartago al enterarse del problema apoyó al Papa Cipriano y se fortaleció la unión como Iglesia entre ambos. A cada uno en su momento le llegó la hora de sufrir persecución ser arrestados, confesarse cristianos y morir mártires. En el mismo día honra la Iglesia a los Santos mártires Cornelio y Cipriano.





