
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Hoy celebramos a un hombre que en un breve periodo de vida se fue a la morada del Cielo: San Juan Berchmans. Natural de Diest (Bélgica), en 1599, su familia es muy sencilla. No tienen muchas comodidades y les cuesta salir adelante. En medio de esto, él siempre tiene un carácter dinámico y alegre.
En la propia casa se mostraba disponible y capaz de ayudar a los demás aunque no se lo dijesen. El deseo de formarse le hacia ser autodidacta, aunque luego encontró la posibilidad de estudiar y recorría todo el trayecto que fuese necesario para tener mayor conocimiento y formación.
Con un espíritu de entrega se consagra a Dios, y fruto de este gesto ingresa en la Compañía de Jesús –los jesuitas-. Era un sueño que la Providencia quiso que se hiciese realidad. Su corazón siempre se mostraba cerca de Dios para todo lo que le pidiese para Gloria suya y bien de los otros.
Todos vieron su sencillez porque nunca buscaba cosas extraordinarias, sino que vivía de forma alegre la vida cotidiana. De hecho, ya en el Noviciado se sintió acogido por todos. Con una Fe profunda sabía servir y mostrar dulzura y respeto a los demás. Siempre disfrutaba en el trato con los otros y le gustaban las conversaciones sosegadas. Marcha a Roma para estudiar.
Su salud era muy frágil, pero él fue fiel hasta el final y siguió caminando. San Juan Berchmans muere con tan solo 22 años en 1621. Una vida y una trayectoria muy semejante a otro jesuita como fue San Luis Gonzaga. Bien podría decirse que ambos fueron fieles en lo poco y por eso son de confianza en lo mucho.





