
Madrid - Publicado el
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La Virgen siempre hace alusión a su Hijos para llevarnos hasta Él. Sobre todo en las festividades más destacadas de la Iglesia. Si ayer teníamos La Exaltación de la Cruz que presenta al Señor elevado sobre el Árbol Salvador, hoy evocamos los Dolores Gloriosos de La Virgen.
La Sagrada Escritura en el Evangelio de la Infancia, escrito por San Lucas, contempla el Pasaje de la Presentación del Niño Jesús en el Templo. En él aparece Simeón, al que se le representa como el hombre justo y piadoso.
Cuando tiene al Niño en brazos, al devolvérselo a José y María le anuncia a la Virgen que Jesús será Bandera discutida y que a Ella una espada le atravesará el Alma para que queden al descubierto los corazones de los hombres.
Desde el principio del cristianismo se medita este Dolor unido a los otros seis restantes que son la huida a Egipto, la pérdida del Niño en el Templo, El encuentro con Cristo camino del Calvario, la Crucifixión y Muerte de Cristo, el Descendimiento y la Sepultura de Jesús. En el siglo XI muchos monjes profundizaron en ellos.
Pero el siglo XIII sería cuando más se profundizarían por la orden de los Servitas surgida en Florencia. Esta Congregación fue el estímulo para que aumentase la Devoción a la La Virgen de los Dolores. Inocencio XI la permitió celebrar en algunos lugares.
Pero en 1817 la superación de las guerras napoleónicas hizo que el Papa Pío VII lo instaurase. La fecha fue cada viernes anterior al Domingo de Ramos. Por eso se llama “Viernes de Dolores”. Sin embargo, el Concilio Vaticano II vio más propio situarla el 15 de septiembre, al día siguiente de la Exaltación de la Santa Cruz.