Sobresaltos, emociones y oración reciben al contingente español de la Orden de Malta desplazado de emergencia

Los ocho voluntarios españoles que han respondido a la llamada de socorro pasan su primer día entre pruebas serológicas, esperados reencuentros y vivencias de fe

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Esta madrugada del miércoles, en torno a las dos de la mañana, hemos aterrizado en Beirut. Hemos llegado procedentes de Estambul, tras haber hecho escala allí durante un par de horas. El en otros tiempos tumultuoso y lentísimo aeropuerto, nos recibía cuasi vacío y muy modernizado en sus sistemas de control de inmigración y sanitarios, por lo que en apenas dos horas más de vuelo y otra de carretera, hemos podido descansar, nueve horas después de salir de Madrid.

En el aeropuerto de la capital libanesa, tuvo lugar la primera anécdota digna de reseñar y el primer encuentro entrañable. La anécdota fue protagonizada por Sofia, una de las voluntarias de nuestro contingente de emergencia, que había olvidado retirar de su pasaporte los billetes en los que el estado de Israel pone los correspondientes visados cuando se entra y sale de sus fronteras. Debió quitarlos para evitar que otros estados no amigos (el Líbano es íntimo enemigo de sus vecinos) pongan dificultades a quienes les visitan después. Tuvo su gracia ver a nuestra hermana gesticular todo tipo de piadosos gestos para explicar a un funcionario de aduanas poco ducho en idiomas que el motivo de su estancia en Israel había sido de carácter religioso.

Nuestra Señora del Líbano

Nuestra Señora del Líbano

El encuentro, emocionante, tuvo lugar al abandonar el aeropuerto, donde nos esperaba Yihad, conductor habitual de nuestros camps de voluntarios de la Orden de Malta en Líbano y que, pese a su nombre, es persona pacífica y amistosa. Él nos llevó al centro Beit el Tofl en Kfardebian. Se trata de la casa donde desde el año 2017 la delegación española organiza su camp durante el mes de agosto con enfermos mentales. Desgraciadamente este año todas estas acciones hospitalarias quedaron suspendidas por la pandemia y habíamos perdido la esperanza de volver al Líbano en 2020. Por eso, la alegría de llegar ayer a la casa fue doble. De madrugada, cansados después de nueve horas de vuelos, pero exultantes por las ganas de ponernos cuanto antes al servicio de nuestros señores, los enfermos mentales para los que la Orden de Malta ha lanzado su llamada de emergencia ante la situación de necesidad desatada por la Covid-19. Varios de sus compañeros han contraído el virus en el centro sanitario donde residen habitualmente, lo que ha aconsejado evacuar a los no contagiados y pedir ayuda internacional para continuar con su asistencia en un espacio limpio.

Tres voluntarias de la delegación española trabajando en la casa de Kfardebian

Tres voluntarias de la delegación española trabajando en la casa de Kfardebian

Aún tendremos que esperar hasta el viernes para encontrarnos con ellos. Esta mañana, tras apenas dos horas de descanso, hemos salido temprano para la ciudad de Biblos, donde hemos de pasar un nuevo PCR. El hecho de que nuestros señores, a los que serviremos en el camp de emergencia sean aquellos que en su centro no han contraído el virus, hace todavía más necesario extremar todas las medidas de seguridad por nuestra parte. La asamblea libanesa de la Orden de Malta desea que Chabrouh, el espacio donde tendremos el camp, sea un lugar plenamente seguro para ellos. Para evitar cualquier contacto innecesario, la sanitaria responsable de los test ha subido a nuestro autobús, donde ha tenido a bien introducir unos largos bastoncillos en nuestras fosas nasales.

De regreso a casa, ya a mediodía, parada obligada en Harissa para una doble visita. La primera ha sido un nuevo reencuentro, esta vez en la casa general de las Hermanas del Perpetuo Socorro, propietarias del centro Beit el Tofl, justo frente a la Nunciatura Apostólica en Líbano, donde reside sor Mona. Ella ha sido parte de nuestros camps como anfitriona y queríamos visitarla ahora que ha debido cambiar de residencia para librar un duro combate contra el cáncer. A la obra de misericordia de visitar a los enfermos se une la entrañable amistad que se ha forjado durante estos años con esta monja egipcia, que siempre facilitó a la delegación española sus estancias en la que era su casa.

Pero Harissa, una población situada a 27 kilómetros de Beirut y elevada a 550 metros sobre el nivel del mar, además de recordar a algunos barrios romanos por su superpoblación de casas religiosas, es sobre todo uno de los más importantes lugares de peregrinación en este país. Allí se encuentra la imagen de Nuestra Señora del Líbano, una estatua de bronce de quince toneladas, pintada de blanco, que con los brazos extendidos dirige su mirada hacia la capital libanesa.

Los españoles de la Orden de Malta rezan en la Casa general de las Hermanas del Perpetuo Socorro

Los españoles de la Orden de Malta rezan en la Casa general de las Hermanas del Perpetuo Socorro

Año a año, el camp español visita este santuario con cada una de las tandas de enfermos, completando la jornada con un trayecto en el teleférico que desde el mismo santuario desciende a Beirut. No podía faltar hoy nuestra visita a esta imagen tan querida para nosotros, y elevar nuestros ojos para encontrarnos con los suyos, y dirigirle una Salve de saludo y de filial confianza ante la misión que hemos venido a hacer en nombre de su hijo. Precisamente, dentro de la base de la estatua, existe una pequeña capilla, donde en el momento de nuestra visita estaba expuesto el Santísimo Sacramento, lo que nos permitió tener unos minutos de adoración silenciosa.

Al regresar a Kfardebian nuevo reencuentro, este muy esperado. Ahí estaba abuna (padre) Romanos, sacerdote greco católico y capellán de la Orden de Malta, que junto con su esposa Bárbara, se encargan de la administración de los centros de la orden para estos camps. Ambos son verdaderos hospitalarios de cuantos venimos desde otros países a desarrollar al Líbano esta labor, y nuestro contacto con ellos durante el año es constante tanto para las cuestiones más operativas de los camps como para facilitarnos todo lo que a la vida espiritual y religiosa de los mismos se refiere.

Tras almorzar con ellos y ponernos al corriente de un sinfín de cuestiones sobre los próximos días, nos han anunciado que mañana recibiremos el resultado de nuestros test de coronavirus. En caso de ser negativos, podremos desplazarnos ya a Chabrouh, donde nos uniremos a las otras delegaciones para prepararnos juntos a esperar a nuestros señores, que llegarán pasado mañana, el viernes, desde su hospital.

Esta tarde, tras un merecido descanso para unos y sesión de teletrabajo para quienes tienen que continuar cumpliendo desde su voluntariado en Líbano con sus obligaciones laborales, hemos celebrado la Eucaristía en el pequeño oratorio de la casa.

Una voluntaria ante Nuestra Señora del Líbano

Una voluntaria ante Nuestra Señora del Líbano

Tras la cena tendremos nuestro “Almaza time”. Esto merecería una explicación adecuada, pero mejor dejarlo para más adelante. Las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy nos han recordado que “quien no carga con su cruz y viene en pos de mí no puede ser discípulo mío”. Nuestro capellán, abuna Manolo, nos ha recordado que para cargar la cruz también es necesario el descanso.

Desde Kfardebian, en el Monte Líbano, y para todos los lectores de Aleluya, les escribió la delegación española en el camp de emergencia de la Orden de Malta.

Mañana más, si Dios quiere.

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