La oración del día: Santa Isabel de la Trinidad

El 4 de marzo de 2016, el papa Francisco promulgó un decreto reconociendo oficialmente un milagro atribuido a su intercesión; fue canonizada el 16 de octubre de 2016

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Hoy celebramos a Santa Isabel de la Trinidad, que prolonga en el tiempo el carisma de la Reina y Madre del Carmelo tan invocada y actual en este tiempo de los difuntos ya que su promesa se encamina a sacar las almas de Purgatorio al sábado siguiente si llevan su escapulario.

Nacida en 1880 cerca de Bourges, fue bautizada a los cuatro días con el nombnre de Isabel Josefina, y de niña perdió al padre. A pesar de los pronósticos de una salud decrépita, ella creció bastante robusta. Sintiendo la llamada a la vida religiosa después de hacer una consagración especial a Dios, su madre se opuso a que entrase en las carmelitas.

Isabel no opuso resistencia aunque siempre estaba preparada para cualquier ocasión que se presentase y poder acceder al Carmelo. Mientras tanto hacía una vida social y participaba en cursos. Incluso participaba en momentos de sano esparcimiento con los amigos. Más tarde lo consiguió, ingresando en las carmelitas, y llamándose Isabel de la Trinidad. De esta forma siguió la espiritualidad carmelitana, con especial hincapié en la Virgen a la que tenía gran devoción.

De Ella aprendió a acoger la voluntad del Señor que busca nuestro bien. En plena juventud enferma del mal de Addison, aceptando con paz los efectos dolorosos de esa dolencia. Santa Teresita de Lisieux ante la enfermedad que le llevaría a la muerte esclamaba “es el Esposo que llega”. También Santa Isabel de la Trinidad cuando muere en 1903, ve en ese momento la mejor oportunidad para unirse al Señor en la Cruz.


Oración

Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme

enteramente de mí mismo para establecerme en ti,

inmóvil y apacible como si mi alma estuviera

ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz,

ni hacerme salir de ti, mi inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos

en la profundidad de tu Misterio.


Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo,

tu morada amada y el lugar de tu reposo.


Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente,

totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas

a tu acción creadora.


Amén



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