¿Sabías que el monasterio más pequeño del mundo se encuentra en Extremadura?

La vida del fundador de este convento siempre estuvo impregnada de mucha austeridad y penitencia, mostrando una faceta de extrema dulzura en el trato con los demás

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En Extremadura no todos saben que cuentan con el monasterio más pequeño del mundo que fue construido por San Pedro Alcántara. Hoy, 19 de octubre, la Iglesia recuerda la figura de San Pedro Alcántara, fraile franciscano español.

Amigo y consejero de Santa Teresa de Jesús, desde los primeros momentos de su juventud, viendo la clara llamada de Dios, ingresa en los Franciscanos de los que llegó con el tiempo a ser Provincial. En este camino de santificación tendría mucha parte en el proceso revitalizador de los conventuales. Fue uno de los promotores y gestores de la reforma franciscana en España, desempeñando diversos cargos.

Portugal y España fueron los dos lugares donde trabajó en bien de la difusión del Evangelio. Su vida siempre estuvo impregnada de mucha austeridad y penitencia, mostrando una faceta de extrema dulzura en el trato con los demás.

La filosofía de San Pedro se podía resumir en una de sus frases, “que en vuestros edificios resplandezca toda pobreza, aspereza y vileza”. Y quizás es por eso que a este santo se le conoce también por haber construido el monasterio más pequeño del mundo: San Pedro del Palancar.



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El monasterio más pequeño del mundo

El religioso transformó una pequeña vivienda en monasterio, de tan reducidas dimensiones, 60 metros cuadrados. que se le conoce como el Conventico. Resulta muy difícil imaginar que en sus mejores tiempos llegara a vivir una comunidad compuesta por una decena de religiosos. El conjunto arquitectónico y sobre todo su decoración interior se caracterizan por la simplicidad, la sobriedad y la austeridad propia de la filosofía del santo.

Un estrecho pasillo conduce a la entrada del monasterio cacereño con una puerta de acceso tan pequeña y tan baja que el viajero debe estar muy atento para no golpearse la cabeza. De ella los propios oficiales afirmaban que “no dejase las puertas tan estrechas y baxas que no podían caver alguna persona por ellas sino era bajándose y entrando de lado”.

La celda del santo no podía ser más humilde. Ubicada en el hueco de la escalera, dormía acurrucado en cuclillas con la cabeza apoyada en un tronco de madera. El fraile se había propuesto mortificarse con aquellas estrecheces para purificar su alma. Allí escribió su Tratado de la oración y meditación. En el refectorio los monjes se veían obligados a comer arrodillados y en el claustro, un patio con cuatro columnas de madera y un patio de luz, hay que entrar encogidos. La capilla está decorada con mosaicos y una talla de san Pedro.

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Las palabras de Santa Teresa

Fuera del Conventico, también así llamado, existe una fuente de aguas que algunos devotos consideran milagrosas y hermosas vistas de los valles del Jerte y el Alagón. Su rumor y el murmullo están presentes en un mundo de recogimiento y de silencio.

Del lugar donde el ermitaño descansaba dijo santa Teresa: “Paréceme fueron cuarenta años los que me dijo había dormido solo hora y media entre noche y día. Lo que dormía era sentado y la cabeza arrimada a un maderillo que tenía hincado en la pared. Echado, aunque quisiera, no podía, como se sabe, porque su celda no era más larga de cuatro pies y medio

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