El valor del sacramento de la confesión

Revista EcclesiaJosé Antonio Rosado

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La misericordia de Dios es infinita. Él perdona todo y del todo. Cuando Dios perdona nuestras faltas y debilidades, nos regala una nueva oportunidad, un nuevo comienzo para seguir nuestro peregrinaje terrenal. ¿Y cómo hacer para poder resetearnos? Muy fácil y además gratis. La primera condición es aceptar nuestros fallos, humilde y sinceramente, y arrepentirnos con el ánimo de rectificar y no volver a caer. Y para ello Dios nos ha dado una herramienta: la confesión, uno de los sacramentos que más bien hace a la humanidad. Nos hace empezar de nuevo. ¿Por qué no usar pues este sacramento hecho explícitamente para perdonar pecados? Pedir perdón al Señor mediante esta elección no es baladí. Durante la reconciliación con Jesús, el confesor te escucha, te anima, te aconseja y perdona tus flaquezas en su nombre. En toda confesión contamos penurias y desdichas, no nuestros actos heroicos. Todo sacerdote está preparado y acostumbrado a oírlos, por lo que no merece la pena guardarse nada por vergüenza o por miedo. Descargar toda la pesada mochila gracias a este sacramento es una muestra de esa misericordia infinita de Dios. Lo que un sacerdote oye en la confesión es además uno de los mayores secretos que puede tener. Mi madre siempre me enseñó que tras confesarte, el confesor no volverá a hablarte de esto y así me lo dice la experiencia. Reconciliarte con Jesús mediante este sacramento es un auténtico regalo y una manera eficaz de ser mejor cristiano en este mundo de hoy que nos toca vivir.

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