Católicos y Científicos: «Julia Mª González Peña»

Alfonso V. Carrascosa

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Julia Mª González Peña –tal y como se atestigua en su entorno familiar- fue una católica practicante como tantas en su época, convencida, sencilla, en absoluto asimilable con la ideología del nacionalcatolicismo de la época que le tocó vivir. Esta condición de católica ferviente no le impidió en absoluto a Julia María ser una pionera en la investigación científica española. Viene a colación hablar de ella porque este 2022 es el Año Internacional del Vidrio, y el próximo 11 de febrero es el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Sus compañeros Jesús Mª Rincón y María Flora Barba contaron en un artículo ‘In memoriam’ los pormenores de su vida profesional, enfatizando sus facetas humanas.

Nacida en 1925 en el pueblecito burgalés de Revilla del Campo, se licenció en CC Químicas por la Universidad Central o Complutense de Madrid en 1948, doctorándose en 1953 gracias a las becas que le fueron concedidas en el CSIC, mayor institución científica de la historia de España, fundada por científicos católicos. También el CSIC le concedió pensiones para Bélgica y Holanda (Gante, Lovaina, Vageningen y Delft), ya doctorada, para formarse en técnicas inexistentes en España de aplicación a la investigación en silicatos, cerámica y vidrio; Técnicas tales como la Microscopía Electrónica, técnica que enseñó tanto en el Instituto de Cerámica y Vidrio del CSIC como a los industriales del sector. El tema de su tesis fue de estudios de conductividades de suelos realizada en el entonces Instituto de Edafología del CSIC y trabajos iniciales en caracterización de todo tipo de arcillas (serpentinas, glauconitas, ...) colaborando fundamentalmente con el profesor y doctor Vicente Aleixandre, el que fuera el fundador del actual Instituto de Cerámica y Vidrio del CSIC.

Después disfrutó de más pensiones en el extranjero, ayudas económicas que sólo recibían las personas más preparadas, teóricamente al menos aquellas más capacitadas para aprender en un corto espacio de tiempo. Así volvió a suceder en 1962 y 1963, esta vez yendo a París con las entonces célebre doctors madame Oberlin, autora de la Enciclopedia de Microscopía Electrónica, con la que acabó aprendiendo microscopía electrónica de transmisión (TEM). Después dirigiría cuatro tesis doctorales a cuatro hombres, alguno de los cuales llegaría a ser científico como ella, sobre novedosos temas que abrían nuevas líneas de investigación inéditas en España en aquella época de los años 70, tales como materiales vitrocerámicos, pastas de cocción rápida, aplicando sobre ellas sus conocimientos de por Microscopía Electrónica en Materiales Cerámicos y Vidrios. Fundó el Laboratorio de Microscopía Electrónica del Instituto de Cerámica y Vidrio del CSIC.

Además, dirigió proyectos de investigación incluídos en los Planes de Desarrollo y del Plan Nacional de Materiales, sobre dolomitas, pizarras sericíticas, arcillas de Toledo, reciclado de residuos para fabricación de compuestos cerámicos, etc., llegando realizar a numerosas comunicaciones y publicaciones de congresos, más de 60 publicaciones y numerosas conferencias plenarias entre 1967-1985. Promovió y fundó la Sección de Materias Primas de la Sociedad Española de Cerámica y Vidrio, organizando exitosas reuniones técnicas y cursos sobre esta especialidad.

Asimismo, colaboró con sociedades científicas como la Sociedad Española de Cerámica y Vidrio, fue miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Microscopía Electrónica. Además, quitándose tiempo para investigar, y con una encomiable actitud de servicio, fue representante electo del personal científico en sucesivas Juntas de Gobierno del CSIC, miembro electo de la Comisión Científica del CSIC en el ámbito de Tecnología y miembro electo de la Junta de Gobierno del CSIC, actuando en numerosas comisiones de asesoramiento o decisión de este Organismo: Gestión de la investigación, política científica, recursos humanos y relaciones externas (coordinador durante un periodo).

Falleció en 2010. Nunca su fe católica le impidió desarrollar una actividad científica de primer nivel internacional. La ciencia y la fe católica fueron en ella compatibles, como en Copérnico, Galileo y tantos y tantos otros, incluído un servidor.


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