Un nuevo camino

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“Anda, y en adelante no peques más” (Jn 8, 11)

Señor Jesús, recordando el episodio de la mujer acusada de adulterio, san Agustín subraya ese momento en el que sus acusadores se fueron alejando y la dejaron sola ante ti. Siempre me ha impresionado imaginarme esa situación. Para toda persona, llega la hora en la que se encuentra sola ante su propia conciencia.

En realidad, nadie puede atribuirse la autoridad para juzgar su propia causa. Nuestra conciencia no ha recibido el privilegio de ser creativa, como ahora se piensa. No es ella la que puede decidir los límites del bien y del mal. No puede ella señalar la calidad de nuestras acciones y omisiones.

Los creyentes estamos convencidos de estar siempre en la presencia de Dios, aunque lo olvidemos con excesiva frecuencia. Tus discípulos sabemos que nunca estamos totalmente solos. Encontrarnos a solas con nuestra conciencia equivale en realidad a encontrarnos en tu presencia.

“Yo tampoco te condeno.Anda, y en adelante no peques más”. Eso dijiste a aquella mujer. De pronto quedaron solas la misericordia y la necesitada de misericordia, es decir, la gracia y la naturaleza, la compasión y la culpa, el perdón y el pecado. La rechazada por los hombres se encontraba al fin con la acogida de Dios que en ti se le manifestaba.

Ellos solo tenían en cuenta un hecho que ya pertenecía al pasado. A ti te importaba el futuro de aquella mujer. A ellos les interesaba utilizar contra ti la Ley de Moisés. Pero tú recordabas la paciencia de Moisés para salvar a la persona. Ellos tenían en cuenta la caída. Tú la invitabas a levantarse. Y a emprender un camino nuevo.

“Anda, y en adelante no peques más”. Tus palabras sonaban con la música de un evangelio. Eran la buena noticia de la compasión y de la misericordia. A pesar de los siglos, siguen siendo un mensaje que resuena en el presente. Tus palabras me exhortan a caminar. Y hoy son para mí un mensaje de esperanza.



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