La diferencia entre jurar o prometer y su historia en el Gobierno español

Pedro Sánchez y sus ministros han "prometido" que guardarán la Constitución; Rajoy, Aznar y Suárez juraron frente a un crucifijo

Tiempo de lectura: 3’

El calor de julio, y ser el primer día de la semana no quita el ánimo a Adolfo Suárez, que trajeado en un chaqué, se pone de rodillas ante un crucifijo y jura su cargo como nuevo Presidente del Gobierno de España. Fue en 1976, pero dijo prácticamente las mismas palabras que han enunciado este lunes 13 de enero los nuevos ministros del gobierno de Pedro Sánchez.

La única palabra relevante que cambia es el 'juro' por 'prometo'. Y sea relevante o no, ya no vemos el crucifijo encima de la mesa de la Zarzuela, donde el presidente y sus ministros han prometido "por su honor", "guardar y hacer guardar la Constitución" y su lealtad al Rey, que observa impasible la escena.

El líder de este nuevo Gobierno, que se ha gestado gracias a Podemos, Ezquerra Republicana o Eh Bildu, fue el primer presidente español, que no realizó esta promesa o juramento frente al crucifijo. Fue el 2 de agosto de 2018 tras la moción de censura a Mariano Rajoy, y después de dos elecciones, Sánchez repite su escena el miércoles 8 de enero.

Adolfo Suárez juró, al igual que Leopoldo Calvo-Sotelo; hasta que Felipe González se hace con el Gobierno hasta en cuatro ocasiones consecutivas. Él cambia el juramento por la promesa, pero lo hace también frente al crucifijo. Aznar y Rajoy, y Zapatero retoma la fórmula de Felipe González.



Jurar o prometer

El diccionario de la Real Academia Española dice que prometer es "obligarse a hacer, decir o dar algo" o "asegurar la certeza de lo que se dice". Jurar es al final prometer, con la diferencia de que en el juramento se pone a Dios por testigo, según el catecismo para ser más claro: "Hacer juramento o jurar es tomar a Dios por testigo de lo que se afirma. Es invocar la veracidad divina como garantía de la propia veracidad. El juramento compromete el nombre del Señor". Lógicamente para un creyente, poner a Dios por testigo, implica una responsabilidad mayor que una promesa -sin que esta tenga porque ser menos valorada-.

Por tanto, aunque pueda parecer lo mismo, y que dependa de la conciencia o una especie de 'modo de hacer' según la educación recibida, no lo es. No lo es porque al jurar, pones por testigo a un tercero. No una idea o un conjunto de valores, o algo poéticamente bello, sino a Alguien. Al jurar, entra en juego una Persona, y una Persona para el que jura -al menos en teoría- muy importante.

Para un cristiano, "poner a Dios por testigo" expone a la persona a cometer un pecado grave en caso de no cumplir con lo que uno ha dicho. Es decir, esa promesa incumplida sería una falta grave hacia Dios, hacia el segundo mandamiento. Jesús mismo habla en el Sermón de la Montaña sobre el juramento: "Habéis oído que se dijo a los antepasados: “no perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos”. Pues yo os digo que no juréis en modo alguno... sea vuestro lenguaje: “sí, sí”; “no, no”."

El catecismo termina por aprobar los juramentos, siempre y cuando sea por una causa justa: "Siguiendo a san Pablo (cf 2 Co 1, 23; Ga 1, 20), la Tradición de la Iglesia ha comprendido las palabras de Jesús en el sentido de que no se oponen al juramento cuando éste se hace por una causa grave y justa (por ejemplo, ante el tribunal). “El juramento, es decir, la invocación del Nombre de Dios como testigo de la verdad, sólo puede prestarse con verdad, con sensatez y con justicia” (CIC can. 1199, §1)".

Más allá de hablar sobre la importancia de jurar o prometer -sin incurrir en qué tiene más valor-, o de si se ha dicho ministros o ministras, habría que valorar con mayor importancia si cabe, el resultado de ese juramento o promesa. Si aquel que juró o prometió ha cumplido con aquello con lo que se comprometió.

Relacionados

Religión