¿Sabes cómo surgió la Jornada Mundial de los Pobres?

El próximo domingo se celebra en todo el mundo la IV Jornada Mundial de los Pobres. No todos saben que tuvo su origen en el Jubileo de la Misericordia de 2016.

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El Papa Francisco quiso dedicar el último gran encuentro del Jubileo de la Misericordia a los considerados como «últimos» en la sociedad. Hasta San Pedro se desplazaron unas 6.000 personas sin hogar, coordinadas por la asociación “Fratello” y por la Comunidad de San Egidio.

Todos lucían su acreditación de peregrinos como el mejor de los trofeos. Casi todos vestían ropa reutilizada. Se notaba que no era de su talla, y aunque habían procurado lucir lo mejor posible, por el estado de las barbas, del pelo, y sobre todo de muchas de las dentaduras, se notaba a la legua que arrastraban historias de vidas complicadas, nada fáciles, y que su hogar habitual era la calle.

El Papa Francisco celebró para ellos una Misa en la Basílica de San Pedro y pudieron escuchar durante la homilía una de sus más sentidas peticiones de perdón: "Perdón por todas las veces que los cristianos pasamos delante de una persona pobre y miramos para otro lado".

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El perdón del Papa

Los indigentes contemplaban atónitos a Francisco que, ante el Baldaquino de San Pedro, les estaba pidiendo perdón por la indiferencia con la que tantas veces les tratamos. Por todas aquellas veces en las que ni siquiera les consideramos dignos de sostener nuestra mirada.

Pobreza no es lo mismo que miseria, una matización que quiso dejar muy clara: "Pobre sí, esclavo no. La pobreza está en el corazón del Evangelio para ser vivida. La capacidad de ser solidario es uno de los frutos de la pobreza. Cuando hay mucha riqueza uno se olvida de ser solidario porque está acostumbrado a que no le falte nada. Cuando la pobreza te lleva a veces a sufrir, te hace solidario y te hace extender la mano al que está pasando una situación más difícil que vos. Gracias por ese ejemplo que ustedes dan. Enseñen, enseñen solidaridad al mundo", prosiguió el papa ante uno de los públicos más atentos que ha cobijado nunca esta Basílica.

El papa no estaba dispuesto a que aquel encuentro fuera uno de esos que quedan como un recuerdo del pasado, por eso a nadie sorprendió que Francisco decidiera establecer que cada año la Iglesia dedique en todo el mundo una jornada exclusivamente para los pobres. Se celebra el domingo anterior a la fiesta de Cristo Rey. Este año corresponde el domingo 15 de noviembre.

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La I Jornada Mundial de los Pobres

La “estrategia” del papa al fijar esta jornada era muy clara: conseguir que al menos por unas horas compartamos lo nuestro con quien tiene menos, ya sea dedicando tiempo a escuchar o a acompañar, o abriendo nuestra casa a quienes viven en situación de precariedad. Tan sencillo como aprender a compartir, una palabra que en el vocabulario de Francisco se convierte en prueba de autenticidad evangélica.

Cuando Francisco habla de pobreza, no se refiere únicamente a la falta de medios materiales: “El problema de la pobreza es multiforme y nos desafía todos los días con sus muchas caras marcadas por el dolor, la marginación, la opresión, la violencia, la tortura y el encarcelamiento, la guerra, la privación de la libertad y de la dignidad, por la ignorancia y el analfabetismo, por la emergencia sanitaria y la falta de trabajo, el tráfico de personas y la esclavitud, el exilio y la miseria, y por la migración forzada”.

Si hay algo en lo que Francisco insiste, es que la pobreza siempre tiene rostros: “mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero”, como resultado conjunto de “la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada”.

Y como el papa detesta la inacción y procura ir por delante en todas sus iniciativas, decidió celebrar la primera Jornada Mundial de los Pobres con sus auténticos protagonistas: personas indigentes, inmigrantes y refugiados.

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El mensaje del Santo Padre

En su mensaje para la primera Jornada Mundial de los Pobres, que tuvo lugar el 19 de noviembre de 2017, Francisco aseguraba que “compartir es la prueba de autenticidad evangélica”. Aquel día vimos, por segunda vez, en las primeras filas de la basílica de San Pedro, no embajadores y autoridades, sino a personas de bajos recursos o socialmente excluidas. Habían llegado hasta Roma desde distintos países de Europa gracias a la ayuda de organizaciones caritativas y del trabajo de muchos voluntarios. Un grupo de ellos ejerció de monaguillos, otros presentaron las ofrendas, e incluso alguno se atrevió a hacer las lecturas.

El papa se encontraba especialmente emocionado. La cita era la primera piedra de un camino muy claro en su pontificado: hacer ver al mundo que en los pobres se manifiesta la presencia de Jesús. Por eso lanzó esta rotunda advertencia: “El mayor pecado de omisión contra los pobres es la indiferencia: cambiar de canal cuando algún problema serio nos molesta, o indignarse ante el mal, pero no hacer nada”.

En aquel encuentro se respiraba un ambiente de familia que contagiaba al instante. Algunos no terminaran de creerse que estaban allí. Para otros era la primera excursión que realizaban en su vida. Nunca habían viajado con amigos. Por eso se les veía tan felices.

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Las iniciativas del Vaticano para la Jornada Mundial de los Pobres

Más de uno se dejó llevar del entusiasmo y asentía vigorosamente con la cabeza cuando el papa aseguraba que “los pobres son, en la práctica, nuestro pasaporte para el paraíso, pues para el Cielo no vale lo que se tiene, sino lo que se da. Al Cielo irán quienes entiendan que Dios no es un revisor que busca billetes sin timbrar, sino un Padre que sale a buscar hijos para confiarles sus bienes y sus proyectos”.

Y como se trataba de un día de fiesta en todos los sentidos, el papa invitó a almorzar en el amplio hall del Aula de Audiencias Pablo VI, a mil quinientos de estos peregrinos, todos los que cabían. Los demás fueron invitados de honor en otros comedores de caridad, seminarios y universidades que colaboraron con esta iniciativa. A lo largo de los últimos años el Papa ha seguido invitando a comer a miles de indigentes durante esta jornada. Este año, por circunstancias de seguridad marcadas por la pandemia no será posible.

Tampoco este año será posible instalar en la Plaza de San Pedro un poliambulatorio abierto a todas las personas necesitadas, atendido por docenas de médicos, enfermeras y ayudantes voluntarios. Esta especia de «hospital de campaña» en el centro de Roma ha atendido durante los últimos años a millares de personas sin tarjeta sanitaria y sin dinero.

Este año, tal como ha contado cope.es, en el ambulatorio que se encuentra junto a la columnata de San Pedro, el Vaticano está realizando pruebas de coronavirus gratis y distribuye la vacuna contra la gripe a los pobres que duermen en los dormitorios sociales, o a aquellos que la necesitan para volver a su país.

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