Francisco pide no ser "sordos" a la Palabra de Dios que "reaviva el corazón y lo llena de esperanza"

En la celebración del V Domingo de la Palabra, el Santo Padre ha lamentado que la sociedad y las redes sociales "acentúan la violencia de las palabras"

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“La Palabra de Dios despliega la potencia del Espíritu Santo. Es una fuerza que atrae hacia Dios, como les sucedió a los jóvenes pescadores, que quedaron impresionados por las palabras de Jesús. Es una fuerza que nos mueve hacia los demás […] ese es su dinamismo”. Estas han sido algunas de las palabras con las cuales el Papa Francisco ha empezado la homilía en la Santa Misa que ha presidido este domingo en la Basílica de San Pedro con ocasión del V Domingo de la Palabra de Dios.

Durante la Celebración Eucarística, el Papa Francisco ha conferido a laicos y laicas de diversos países del mundo, los ministerios de Lector y Catequista.



En la homilía, Francisco ha remarcado que la Palabra de Dios “no nos deja encerrados en nosotros mismos, sino que dilata el corazón, hace cambiar de ruta, trastoca los hábitos, abre escenarios nuevos y desvela horizontes insospechados”. Como hizo con los primeros discípulos, también hoy las palabras de Jesús nos llaman “a hacernos a la mar con Él, para los demás”: “Sí, la Palabra suscita la misión, nos hace mensajeros y testigos de Dios para un mundo colmado de palabras, pero sediento de esa Palabra que frecuentemente ignora. La Iglesia vive de este dinamismo, es llamada por Cristo, atraída por Él, y enviada al mundo para testimoniarlo”.

Para todos “los testigos del Evangelio en la historia”, se puede ver que la Palabra de Dios ha sido decisiva y Francisco da varios ejemplos: san Antonio, san Agustín, santa Teresa del Niño Jesús, Francisco de Asís. Todas fueron vidas “transformadas por la Palabra de Dios”.




Sin embargo, Francisco ha preguntado a los fieles por qué para muchos de nosotros no sucede lo mismo. Es necesario no ser “sordos” a la Palabra de Dios y eso es el riesgo que corremos: “Abrumados por miles de palabras, no damos importancia a la Palabra de Dios, la oímos, pero no la escuchamos; la escuchamos, pero no la custodiamos; la custodiamos, pero no nos dejamos provocar por ella para cambiar; la leemos, pero no la hacemos oración”.

Volviendo a reflexionar sobre el Evangelio de este domingo, el Papa ha querido reflexionar sobre dos verbos que aparecen en la frase más importante, “dejaron sus redes y lo siguieron” (Mc 1,18): dejar y seguir.




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Sobre el primer verbo, el Santo Padre ha afirmado que los discípulos dejaron “la vida que habían llevado hasta aquel día”: “Muchas veces nos cuesta dejar nuestras seguridades, nuestros hábitos, porque permanecemos atrapados en ellos como los peces en la red. Pero quien está en contacto con la Palabra se libera de las ataduras del pasado, porque la Palabra viva descifra la existencia, cura también la memoria herida, implantando el recuerdo de Dios y de las obras que ha hecho por nosotros”.

Después de “dejar”, los discípulos “siguieron”: “Detrás del Maestro dieron pasos hacia adelante. Efectivamente, su Palabra, mientras libera de los obstáculos del pasado y del presente, hace madurar en la verdad y en la caridad, reaviva el corazón, lo sacude, lo purifica de las hipocresías y lo llena de esperanza”.




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Para el Papa Francisco, este Domingo de la Palabra de Dios “nos ayuda a volver con alegría a las fuentes de la fe, que nace de la escucha de Jesús, Palabra de Dios vivo. Mientras se dicen y se leen constantemente palabras sobre la Iglesia, que Él nos ayude a redescubrir la Palabra de vida que resuena en la Iglesia. De lo contrario terminaremos por hablar más de nosotros que de Él”. “Volvamos a las fuentes para ofrecer al mundo el agua viva que no logra encontrar; y, mientras la sociedad y las redes sociales acentúan la violencia de las palabras, aferrémonos a la mansedumbre de la Palabra que salva”, ha remarcado Francisco.

Por último, y como ya es tradición en las homilías del Santo Padre, Francisco ha querido dejar algunas preguntas para la reflexión personal: “¿Qué puesto reservo yo a la Palabra de Dios en el lugar donde vivo? Allí habrá libros, periódicos, televisores, teléfonos, pero ¿dónde está la Biblia? En mi cuarto, ¿tengo el Evangelio al alcance de la mano? ¿Lo leo cada día para orientarme en el camino de la vida?”.

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