El basurero convertido en la “Ciudad de la Amistad”, una de las visitas más esperadas del viaje del Papa

El Papa Francisco viaja a Madagascar y visitará la ciudad 'milagro' de Akamasoa, construida sobre un basurero

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En las afueras de Antananarivo, la “sonora” capital de Madagascar existe una ciudad repleta de casas de colores y de calles empedradas que treinta años atrás era lo más parecido al infierno.

Desde el año 1985, el gobierno de uno de los países más pobres del mundo, exactamente el séptimo, centralizaba todos los desechos en un inmenso vertedero a cielo abierto, donde una legión de pobres, entre ellos muchísimos niños, se dedicaban a competir con los animales para conseguir algo de comida en medio de una masa putrefacta de inmundicia. Los más afortunados encontraban algún objeto que pudiera ser revendido en la calle.

La vida de cientos de personas trascurría entre basuras hasta que llegó un misionero argentino, el Padre Opeka.

En este milagro de ciudad llamado Akamasoa miles de personas esperan a Francisco, al que recibirán con cantos que llevan ensayando desde hace meses. Un numeroso grupo de niños será el encargado de darle la bienvenida. Vistosos carteles de bienvenida cuelgan ya a lo largo del recorrido que Francisco hará por las calles de la ciudad surgida en medio de la miseria hasta la cantera de Mahazanata, de la que se extrae la piedra con la que ellos mismos construyen sus propias casas.

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En el recinto deportivo habilitado donde tendrá lugar el encuentro es muy probable que Francisco, ante las autoridades del país, que estarán presentes, se refiera en su discurso a la dignidad de la persona humana, la necesidad de luchar contra la corrupción y la injusticia social.

En Madagascar la tasa de pobreza es extremadamente elevada. Cerca de tres cuartos de la población viven con menos de 1,7 euros al día.

La ciudad que surgió entre las basuras

El artífice de este milagro es el Padre Opeka.

En el año 1989, el religioso argentino llegó a Antananarivo. Fueron precisamente aquellos cientos de niños sucios rodeados de ratas y rebuscando entre las basuras los que llevaron al entonces joven sacerdote a hacer algo que cambiara sus vidas.

Tras su primera visita al vertedero, él mismo cuenta en sus memorias que pidió ayuda a Dios para que le mostrara qué podía hacer para remediar tanta extrema pobreza. Decidió que trabajaría junto a ellos para lograrlo.

Para conseguir movilizarlos se le ocurrió formular una pregunta a los padres: ¿Aman a sus hijos? En cuanto respondieron afirmativamente les aseguró que trabajarían juntos para brindarles un futuro.

El resultado de tanto esfuerzo ha sido una ciudad de unas cuatro mil casas entre las que también se han levantado hospitales y escuelas. La ciudad cuenta con un perfecto sistema de recogida de basuras y además han plantado miles de árboles para alegrar la vida de las familias.

A raíz de este proyecto el Padre Pedro Opeka ha recibido reconocimientos internacionales e incluso se ha impulsado su candidatura para el Nobel de la Paz. Pero a él le dan igual los premios.

La Fundación Akamasoa es la que sustenta la ciudad. Su traducción del malgache lo dice todo: “buenos amigos”. Con la ayuda de unas 500 personas gestiona el recinto, que sigue incrementándose a medida que llegan más residentes. Los principios de la Fundación Akamasoa se sustentan sobre tres pilares: un techo, un trabajo y una educación. Existen unas reglas básicas, aceptadas por todos, como requisito para vivir en la ciudad: entre ellas se encuentra no robar, no consumir drogas, y por supuesto, la obligatoriedad de escolarizar a los niños.

La oración del Papa en la cantera de Mahanataza

Uno de los momentos centrales de la visita de Francisco será la oración que va a realizar junto a los trabajadores de una inmensa cantera de granito de cerca de dos hectáreas y más de 20 metros de profundidad, llamada la “catedral”, porque allí se celebra Misa todos los domingos.

La piedra se ha convertido en un símbolo en Akamasoa, porque gracias a las piedras extraídas de la montaña hoy cerca de 25.000 personas han dejado de vivir entre cartones y chatarra y tienen un hogar. A lo largo de los años se han ido excavando 3 grandes cráteres en las montañas vecinas que hoy en día se ven desde el espacio. Familias enteras han dejado atrás la búsqueda entre la basura y lo han cambiado por un trabajo en las canteras, que les ha devuelto la dignidad.

En las tres canteras de la montaña trabajan cientos de personas picando las piedras que luego servirán para adoquinar las calles o construir casas o carreteras. En la ciudad existen talleres de carpintería, donde se fabrican los muebles, paralelamente un equipo de albañiles construye las casas con la ayuda de electricistas, jardineros y soldadores. La propia ciudad genera empleo para unas 3.000 personas.

Las Misas que se celebran cada domingo a las 6 de la mañana en Akamasoa están abarrotadas e incluso en las guías turísticas se recomienda “no perdérselas”.

La historia de un luchador

El padre Pedro Opeka es el mayor de ocho hermanos de una familia de emigrantes eslovenos que buscaron fortuna en Argentina al terminar la segunda Guerra Mundial. Tras entrar a formar parte de la Congregación de la Misión de San Vicente de Paul y hacerse sacerdote fue destinado a Madagascar, país al que llegó con poco más de veinte años.

Ahora prepara la puesta en marcha de una nueva ciudad milagro en una zona rural a 70 kilómetros de Antananarivo en la que quiere dar trabajo a campesinos pobres.

El Padre Opeka y el Papa se conocen desde hace tiempo. Cruzaron sus caminos en Buenos Airesaunque Francisco es 11 años mayor, por ese motivo no coincidieron en las clases de filosofía y Teología del Colegio Máximo de San Miguel.

El Papa Francisco le ha recibido en Roma en dos ocasiones y la idea de visitar la ciudad durante su cuarto viaje a África surgió del propio pontífice.

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