Mons. Sanz Montes, O. F. M.: "San Francisco fue hijo de Dios, hijo de la Iglesia y también, hijo de su tiempo"

El arzobispo de Oviedo repasa la actualidad de la figura del santo italiano a raíz del libro 'San Francisco de Asís, compañía para nuestro destino' que acaba de publicar

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En la fiesta de san Francisco de Asís, 'Mediodía COPE' se ha acercado a un estudioso de la figura del santo italiano para profundizar un poco más en su carisma y su espiritualidad. Es monseñor Jesús Sanz Montes, O. F. M, arzobispo de Oviedo y franciscano que ha publicado el libro San Francisco de Asís, compañía para nuestro destino (Ediciones Encuentro).

Ser franciscano es "pertenecer a una familia numerosa, en el tiempo y en el espacio". Así explica monseñor Jesús Sanz Montes, O. F. M. su pertenencia a la Orden de Frailes Menores, la orden mendicante que fundó san Francisco de Asís en el siglo XIII.

El santo italiano pertenecía a una familia de mercaderes que formaba parte de la nueva burguesía emergente, dedicada al comercio de telas, "viviendo una juventud distraídamente cristiana, en donde se permitía festejos, bagatelas y muchas jaranas", afirma el arzobispo de Oviedo.

"Sufre, en el campo de batalla, en una guerra entre pueblos, con el rival, que era Perusa. Sufre en la cárcel un año y, en la cárcel, Dios le toca el corazón, leyendo el Evangelio a escondidas. A partir de aquel momento, Francisco dice 'ya sé qué es lo que no quiero hacer, que es la vida que yo llevaba. Ahora no sé por dónde podría dirigir mis pasos'", recuerda Mons. Sanz Montes.

Ahí comienza una aventura de búsqueda, "de ir poniendo nombre a sus preguntas para encontrar en Jesús la respuesta, de tal manera que ese es el comienzo del que deriva toda una preciosa espiritualidad llena de humanidad y de Evangelio, que ha permitido dar a luz una de las familias más fecundas de las que hemos tenido los cristianos: la Orden Franciscana", explica el arzobispo de Oviedo.

Monseñor Sanz Montes también nos recuerda todo lo que podemos aprender de san Francisco, un santo del siglo XIII, en pleno siglo XXI: "Me gusta decir que san Francisco ha sido tres veces hijo, porque fue hijo de Dios, fue también hijo de la Iglesia y fue, también, hijo de su tiempo".

"Dios no es ese ser superior muy mayor, porque se remonta al comienzo de todo, sino que Dios es siempre contemporáneo. Como ha dicho el Papa Francisco hablando de la santidad, hay una santidad de la puerta de al lado y, por tanto, hay un rostro de Dios que es el que a mí me puede tocar el corazón, y reconocer en ese rostro la belleza de la que yo soy buscador y peregrino", señala.

"Ser hijo de Dios es encontrar ese Dios que es capaz de abrazarme, de levantarme cuando caigo, de darme la razón cuando acierto o de recibir una amonestación cuando yo me equivoco. Un Dios que tiene que ver con mi vida, que no es ni intruso ni ajeno a lo que en mi corazón anida", apunta monseñor Sanz Montes.

"Francisco fue hijo de su Iglesia. Era una Iglesia profundamente convulsa, como a veces, también nosotros, en la Iglesia actual, tenemos nuestras dificultades. Hay luces, hay sombras, hay gracias y hay pecados, pero yo soy hijo de esta Iglesia a la que amo y, por tanto, aporto lo mejor de mí para hacer una Iglesia mejor, empezando por hacerme mejor a mí mismo. Esa es mi humilde colaboración", señala el autor de San Francisco de Asís, compañía para nuestro destino.



"Y, luego, ser hijo del tiempo. Nosotros somos del siglo XXI, tenemos en el panorama mundial tantos desafíos en el orden político, económico, cultural y, sencillamente, humanitario", explica el franciscano.

"Combinar esas tres filiaciones, ser hoy y aquí, hijo de Dios, hoy y aquí, hijo de esta Iglesia y hoy y aquí, hijo de mi tiempo para consentir que Dios, a través de mi pequeñez, pueda ofrecer y decir algo. Eso es lo que hizo Francisco: consentir que Dios, en su momento, hiciera y dijese algo. Y él se dejó hacer", recuerda monseñor Sanz Montes.

San Francisco de Asís también es un santo clave en cuestiones como el diálogo interreligioso. "Es un hombre de paz y, en aquel momento de emergencia sarracena, él fue capaz de ir hasta Damieta y dialogar con el sultán sin dar un disparo, cuando estaban los cristianos a tiro limpio, queriendo reconquistar Tierra Santa. Se acercó al moro para hablar con él del Evangelio. Le cayó tan en gracia la figura de Francisco que le ofreció quedarse allí, le ofreció un harén y hacerle rico para siempre. San Francisco no aceptó la gentileza del anfitrión y lo que hizo fue proclamarle el Evangelio con tal respeto que se sintió tocado. No se convirtió al cristianismo, pero por lo menos hubo entre ambos un respeto", explica el arzobispo de Oviedo.

"En este momento en el que la religión cuenta, y cuenta tanto, a veces podemos entender la religión de una manera rivalística, como si estuvieramos ante adversarios. Cualquier camino religioso es, en el fondo, el camino de una búsqueda. También el cristianismo es una búsqueda, pero el cristianismo, a diferencia de todas las demás, es un camino de búsqueda por parte nuestra y una búsqueda por parte de un Dios que se ha hecho encontradizo. Es lo que tiene san Francisco en el diálogo interreligioso: vivió con el respeto pero sin traicionar a su conciencia ni a lo que él creía. Desde ese respeto se puede hablar y, desde ese diálogo se puede llegar a una cota de convivencia que es la que, al menos, deseamos", afirma el franciscano.

El santo italiano también es un referente en el anuncio del cuidado de la Creación: "San Francisco es alguien que descubre la Creación entera como una gran obra que tiene firma de autor. No tiene ojos ya para alabar cosas tan pequeñas como el canto de un pájaro o la belleza de una anónima flor, o quedarse extasiado ante la salida del Sol o la belleza discreta de la Hermana Luna. Toda la vida, toda la Creación, tiene esta firma de autor, y hacen falta cantores que la cuiden, que la respeten y que nos sintamos parte de esta obra creadora", concluye monseñor Sanz Montes.

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