Ucrania, puzle religioso y laboratorio de ecumenismo

El país cuenta con numerosas confesiones ortodoxas y católicas y solo ha sido visitado una vez por un Papa: Juan Pablo II, en 2001

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«Un laboratorio de ecumenismo». Así calificó san Juan Pablo II a Ucrania durante su histórico viaje a esta antigua república soviética en 2001. Fue aquella la salida internacional número 94 del pontificado. Durante cinco días, el llamado «Papa viajero» visitó Kiev, Lviv, Bryukhovyche y Sykhiv. Hasta ese momento ningún Pontífice había acudido a la que pasa por ser la cuna del cristianismo ruso. Y después de él, ningún otro Papa lo ha vuelto a hacer: ni Benedicto XVI, ni Francisco.

Ucrania, en el punto de mira de la opinión pública estos días a causa de una posible invasión de Rusia, es un laboratorio ecuménico. Y ello se debe a que el país es también un auténtico puzle religioso y étnico. Pese a décadas de comunismo, la nación es mayoritariamente cristiana, aunque también acoge a minorías musulmanas y judías.

La mayor parte de los 41 millones de ucranianos son cristianos ortodoxos. La Iglesia ortodoxa en Ucrania, no obstante, cuenta con al menos tres ramas distintas, fruto de los avatares histórico-políticos vividos en el último siglo: una Iglesia ortodoxa ucraniana dependiente del patriarcado de Moscú, una Iglesia ortodoxa nacional (desgajada de la anterior tras la independencia de la Unión Soviética en 1991), y una Iglesia autocéfala nacida antes, tras la revolución soviética de 1917, la mayoría de cuyos fieles están en el exilio.

Las tensiones y enfrentamientos políticos se han trasladado a las Iglesias. En 2019 el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, primus inter pares en la Ortodoxia, concedió el «tomos» de autocefalia (decreto de erección) a la Iglesia ortodoxa nacional, pese a la oposición del patriarca ruso Kirill (Cirilo), fiel aliado del presidente Putin, que no reconoce esa autonomía. La decisión de Constantinopla ha llevado a una ruptura de relaciones de facto de ambos patriarcados. Ahora mismo, y por decisión de su Santo Sínodo, en las liturgias de la Iglesia ortodoxa rusa ya no se menciona al patriarca Bartolomé, como se venía haciendo antes. En entrevista aparecida este mismo mes de enero en la revista ECCLESIA, Bessarión Komzias, nuevo metropolitano ortodoxo para España y Portugal, ha querido dejar claro que el patriarcado de Constantinopla y su titular Bartolomé I «nunca han cerrado la puerta o detenido el diálogo» y que siguen apostando por el diálogo. El conflicto, en cualquier caso, es serio y amenaza con crear un cisma en la propia Ortodoxia, donde los rusos suponen aproximadamente la mitad del número total de fieles. Simplificando, podría decirse que Constantinopla representa la legitimidad y la tradición, y Moscú, la pujanza eclesial.

En Ucrania, la nueva Iglesia nacional, encabezada por el patriarca Epifanio, contaría con el respaldo del 34% de los fieles ortodoxos, mientras que los seguidores de la «rama» dependiente de Moscú sumarían un 13,8%. Uno de cada tres ortodoxos nacionales, en cualquier caso, no se decantaría por ninguno o le daría igual. Además de ucranianos (77,8% de la población), en el país viven rusos (17,3%), y minorías bielorrusas, moldavas, tártaras, búlgaras, húngaras, rumanas, polacas y judías. Como es sabido, la mayor parte de los rusos están en el este, en las dos provincias del Donbass (Donetsk y Lugansk) cuya independencia, proclamada de manera unilateral en 2014, no reconoce la comunidad internacional.

Greco-católicos y latinos

La presencia católica es minoritaria, en torno al 10% de la población si se suman los católicos greco-católicos y los latinos. La Iglesia greco-católica (8%), de rito bizantino, es una de las 21 Iglesias orientales vinculadas a la Iglesia romana a través de la Congregación para las Iglesias Orientales. Se trata de la célebre Iglesia «uniata», aunque este término es una denominación despectiva ortodoxa, que considera que ha traicionado su esencia y renunciado a su identidad al aproximarse a Roma.

La Iglesia católica, en cambio, la considera, al igual que al resto de Iglesias orientales, un instrumento muy valioso para el ecumenismo, pues ve en ella un puente. El decreto Orientalium Ecclesiarum del Concilio Vaticano II, del 21 de noviembre de 1964, afirma en su punto 24: «Corresponde a las Iglesias orientales en comunión con la Sede Apostólica Romana, la especial misión de fomentar la unión de todos los cristianos, sobre todo de los orientales, según los principios acerca del ecumenismo, de este Santo Concilio (…)».

La Iglesia greco-católica ucraniana está liderada hoy por Sviatoslav Shevchuk, arzobispo mayor de Kiev-Halyc. Shevchuk fue elegido por el Sínodo en 2011, siendo después refrendando su nombramiento, como es preceptivo, por el Papa, en este caso Benedicto XVI. Tenía en ese momento 40 años.

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¿Visita de Francisco?

Consciente de los frutos que dio la histórica visita de Juan Pablo II de hace 21 años, el arzobispo mayor de Kiev lleva años trabajando para tratar de conseguir que el Papa de Roma vuelva a su país, algo harto complicado sin contrariar a la Iglesia ortodoxa rusa. En esta última semana, se ha vuelto a referir a la posibilidad de tal visita, y en entrevista concedida a la agencia Ukrinform, divulgada también en la web oficial de la Iglesia greco-católica, insinúa que dicho viaje podría tener lugar en breve. «No sabemos cómo y cuándo tendrá lugar la visita (…) Me gustaría que se realizara lo antes posible, tal vez este año. Solo podemos especular», dice al respecto. Shevchuk asegura que Francisco está muy bien informado sobre lo que sucede en Ucrania y que gracias a sus intervenciones públicas la comunidad internacional no ha olvidado la guerra silenciosa que se vive en el Donbass.

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